El románico es un estilo artístico que se desarrolló en Europa entre los siglos XI y XIII. Se generó mediante una evolución arquitectónica e iconográfica a partir de las obras romanas, evolucionadas al ser influidas por otras exteriores al antiguo imperio -celtas, godas...- También por la búsqueda autónoma de soluciones técnicas adaptadas a las nuevas tendencias sociales, ideológicas y culturales en las que la religión y el anhelo de estabilidad y progreso jugaban un papel definitorio.
La ciudad de Zamora, durante esa época, juega un importante papel, tanto político como religioso y económico, dentro del autodenominado regnum imperium leonés, siendo éste el bastión más importante de la Hispania cristiana y uno de los más notables del occidente europeo. En Zamora se reunían tradicionalmente los ejércitos para iniciar una campaña guerrera. Era, gracias a su fama de inexpugnable, sede del infantazgo y residencia de reinas. Desde la resolución favorable para la ciudad del famoso cerco del año 1.072 y aun antes, sería nueva residencia para gentes desplazadas por las guerras de frontera o las persecuciones religiosas. Estas características hicieron que la ciudad creciera, triplicando su extensión y su población precisamente en la época románica, entre los siglos XI y XIII.

Parecido crecimiento se dio en muchas otras ciudades españolas y europeas, entre las que se contaba un anhelo de estabilidad y progreso, al ver alejarse los frentes de guerra y existir mayor demanda de bienes de todo tipo. En esta época comienzan a florecer los gremios urbanos y la burguesía consigue asumir cotas de libertad y poder erigiéndose en casi imprescindibles para los poderosos, fuese mediante sus servicios como levantándose en motines contra ellos, ya casi al final de esta época.
Zamora llegó a ser una de las ciudades clave en el desarrollo gremial y comercial de Europa. En Zamora se edificaron muchos más templos románicos que en otras ciudades florecientes de España y de Europa. Que la población y la riqueza aumentasen es, pues, sólo una de las razones para tal proliferación. Porque, si hoy es la ciudad del mundo que conserva más edificios románicos -los templos pasan de la veintena, amén de otras edificaciones civiles o militares- en el siglo XIII debió llegar a contar con más de cincuenta iglesias y un número indefinido de palacios, castillos y baluartes, amén de los dos puentes que exhiben los sellos municipales de entonces.
En la ciudad anterior a 1.072 existían con importantes y viejos templos. El principal era la catedral erigida por el obispo Salomón en el siglo X, posiblemente sobre una mezquita y ésta sobre un templo godo y hasta quizá romano. También existía San Pedro, antiguo templo con cementerio tardorromano y, según las leyendas, sede episcopal del primer santo obispo Atilano. La denominada iglesia de Semure en la crónica sueva, bien podría ser Santa María, hoy la Nueva. Según los entendidos, San Cipriano debió tener origen godo, pues así parecen mostrarlo unos relieves adosados a su fachada meridional. Y, si para otros esos relieves perteneciesen a una primitiva San Andrés, anotaríamos el origen de este templo asociado a la barbacana de los romances, el denominado “castillo de san Andrés” allá por el cambio de milenio, citado en otros documentos.

El poblamiento de Zamora, en el siglo XI, cuando Fernando I de León re fortificó la ciudad, se había ido realizando con gentes de la actual provincia de León, Asturias, Galicia y Cantabria, pero también con mozárabes de Toledo y Mérida. Tanto unos como otros remataban en forma cúbica la cabecera de sus templos. De ahí, probablemente, que en el románico zamorano la mayoría de los ábsides presentes ángulos rectos y existan menos semicirculares. Estos pobladores irían formando las colaciones, asambleas de fieles en torno a un templo, el germen de los barrios posteriores, además con cierto poder decisorio, al menos para sus asuntos domésticos. En las colaciones solían agruparse gentes de similar procedencia; sabemos que en Salamanca las hubo de Toreses (toresanos) e incluso que una parte de la repoblación de Ávila se realizó con zamoranos.
En Zamora, el barrio de La Lana con su iglesia dedicada a San Antolín estaba formado por palentinos que repoblaron Zamora hacia 1.072, de grado o empujados por el avance de las tropas castellanas. También hubo barrios judíos, pero obviamente, ellos no edificaron templos, sino sinagogas y de ese tema hablaremos en otro momento. Sabemos en el fuero que otorgó el rey Alfonso en el siglo XIII que estas colaciones o barrios, cada una con su alcalde, sumaban entre dieciocho y veinte. Por lo tanto, un número importante de iglesias románicas serían las llamadas de colación. Entre ellas, posiblemente varias de las desaparecidas, como San Gil, de pobladores probablemente provenzales o San Cosme y Damián, de herreros norteños. Entre las existentes las ya citadas San Cipriano y San Antolín. Pobladores francos de varios gremios entre el que destacarían los caldereros, venidos con Raimundo de Borgoña, primer esposo de Urraca I de León, erigirían el templo de San Leonardo. De colación serían también Santa Lucía y San Claudio de Olivares.


Sin embargo, el número de templos románicos rebasa con creces al de las colaciones. Ello se debe a varios factores que concurrían en Zamora, ya dijimos una de las ciudades más importantes de España y aun de Europa en ese período, de lo cual informaremos en otro momento. Nos ocupa hablar ahora del colectivo señorial, denominado Palatium. Alrededor de la reina y sus vástagos que ya dijimos solían residir en Zamora, proliferaba un buen número de caballeros y damas, preceptores, cuidadores, escuderos, acompañantes y custodios, amén de otros hijos de nobles que buscarían la proximidad principesca y su prestigio además de los condes tenientes de campos o alfoces circundantes - Extremadorii, Campi Gothorum... según la legislación de la corte leonesa- Ejemplo de templo señorial sería San Martín de Caballeros, que estuvo en el ángulo noreste del actual parque de San Martín y albergó tumbas de muchos notables, entre ellos, legendariamente, Arias Gonzalo. Iglesia señorial existente podría ser San Vicente, y decimos podría porque mucho después de su fundación aparece vinculada a los Garcigrande y otros linajes.
Otro importantísimo factor es el clerical. Muchos de los templos zamoranos fueron, al menos en su origen, monásticos. Luego, varios pasarían a ser de colación o irían cambiando de titularidad, como en el caso de Santo Tomé o San Esteban. Monacal, obra del deán Juan, maestro de música catedralicio, es el Espíritu Santo y también San Frontis, del monje Aldovino de Perigueux. Entre las desaparecidas debemos citar el Priorato de San Miguel en la calle de su nombre, San Benito en la Candelaria o la Imperial de Santa Marina en la plaza que preferiría fuese rebautizada “de Las Gotas”, aunque templo y dependencias fueron reedificados en estilo neoclásico por Ventura Rodríguez e inexplicablemente demolidos. Un valiosísimo ejemplo de fundación clerical es Santiago del Burgo, promovida su construcción por el arzobispado de Compostela. Y quizá el otro Santiago de los Caballeros, tenga un origen similar, aunque muy anterior en el tiempo.

A caballo, nunca mejor dicho, entre lo clerical y lo nobiliario, se encuentran las Ordenes Militares. Zamora fue sede y capital para los reinos de León, Portugal y Castilla de dos importantísimas: Templarios y Hospitalarios, luego de Malta. Iglesia templaria, aunque probablemente de origen más antiguo, es San Juan de Puerta Nueva. De los Hospitalarios fue sede la Horta y de su rama femenina La Magdalena, donde tiene hermoso sepulcro la hermana de uno de sus primeros Comendadores, la reina Urraca de Portugal. De templarios fue también en su inicio el Santo Sepulcro.

En esta enumeración no exhaustiva, nos queda la Catedral del Salvador, fundación imperial coronada por una cúpula de reminiscencias bizantinas, como probablemente deseó su promotor, Alfonso VII de León, “imperator totus Hispaniae”. El templo creó escuela con los primeros cimborrios en España, pues la influencia zamorana abarca Toro, Salamanca y Plasencia. Además, y según los más prestigiosos historiadores del arte europeo, la catedral zamorana señala el inicio en nuestra península de la posterior corriente artística, el arte gótico.

Resumiendo, para no entrar en más detalles de tendencias y edificios, creemos que, tanto en cantidad y concentración geográfica como en variedad, ninguna otra ciudad iguala a Zamora en cuanto exponente del arte románico y nos parece inexplicable que aún no haya sido promovida su declaración como patrimonio universal. En otro lugar, seguro que ya estaría hecho.
Redacción: Carlos Cabañas Vázquez