El Cabildo de la Catedral de Zamora ha presentado esta mañana la restauración de la Virgen de Belén. Una pieza del patrimonio artístico diocesano que se encuentra en el Museo Catedralicio y cuya autoría se atribuye a Sebastián Ducete. El deán de la Catedral y delegado diocesano de Patrimonio, José Ángel Rivera, ha explicado que varios expertos han estudiado esta obra perteneciente ala Escuela de maestros de Toro: "Navarro Talegón apuntó a que podría ser de Sebastián Ducete y de Esteban Rueda, pero más adelante Luis Vasallo dice en su libro que es en exclusiva de Ducete". Por tanto, con total certeza se atribuye finalmente a este último maestro.
En cuanto a la época de realización, Rivera ha asegurado que pertenece al periodo Protobarroco, en concreto entre los años 1613 y 1615. "Se realizó en el primer decenio del siglo XVII, en la etapa de transición entre el Renacimiento y el Barroco". La Virgen de Belén se caracteriza por el peinado, por el estilo alatonado de los pliegues, etc.
El delegado diocesano de Patrimonio ha confirmado que la pieza se expuso en la primera edición de Las Edades del Hombre en Valladolid en el año 1988; y salió de la Diócesis, por segunda y última vez, para viajar hasta Nueva York donde formó parte de la muestra "Tiempo de Esperanza" en 2002. Tras su restauración, que comenzó en noviembre del 2015, volverá al Museo Catedralicio.
Por su parte, la restauradora de la obra, Patricia Ganado, ha explicado que la pieza habría sufrido varias alteraciones a lo largo de los años debido a la exacerbada devoción que se le procesaba ala Virgen. "Lo primero que observamos es que estaba muy oscurecida por la cantidad de capas de aceite que se habían dado para refrescar la obra. Estas aplicaciones provocaron que los estofados se hayan rozado. La peana estaba recubierta con papel de latón que tapaba los dorados originales y también ha habido que eliminarlo. En cuanto a la carnación, se ha eliminado la añadida y se ha conservado la original".
El sacerdote responsable del Taller Diocesano de Restauración, Bernando Medina, ha apuntado que lo importante a la hora de intervenir la talla eran "la conservación y la restauración". Por ese motivo los colores no son miméticos, sino diferenciados para que al acercarse pueda distinguirse el original: "cualquier experto podrá saber que no está falseada". Además, ha explicado que se añadieron tres dedos que faltaban al Niño y dos ala Virgen, respetando la dirección que marcaba la pieza.
También ha incidido en la idea de que las abrasiones que sufría la talla son productos del "exceso de culto", especialmente de las mujeres embarazadas o que acababan de dar a luz. Tal era la devoción hacia la imagen que durante la restauración se han apreciado multitud de agujeros que se atribuyen a la colocación de relicarios o exvotos que llevaban los fieles. Otra curiosidad que también ha indicado es que en la zona del cuello dela Virgense observaron rozaduras, posiblemente provocadas por los pendientes largos, "como los que usaban las toresanas", que luciría la Virgen.