jueves. 25.04.2024

Al igual que la muchas veces repetida frase del inmortal Federico García Lorca: "la poesía no quiere adeptos, quiere amantes"; el teatro como disciplina artística no necesita lugares -que también-, necesita público, actores, escritores, amantes. El teatro no necesita que se le invoque una y otra vez en fríos proyectos arquitectónicos porque el teatro no aparece en las inauguraciones políticas, ni sabe de ellas, y diferencia a la perfección el continente del contenido.

Andan en Zamora afanados por rematar las obras del que sigue siendo el Nuevo Teatro. El Ramos Carrión luce espléndido y redescubre el viandante, una vez retirado el vallado de la obra, una interesante placita de suelo público que ha de servir para las tertulias improvisadas por los espectadores a la entrada y a la salida de las funciones.

En vano será cualquier esfuerzo por la apertura de un nuevo espacio escénico si no viene acompañado por un impulso institucional al teatro base, al apoyo a los grupos aficionados, a la formación del espectador, al teatro gratuito para los niños, al acercamiento de los jóvenes. El teatro construye ciudadanos críticos y eso, en este momento en el que la sociedad parece desnortada, es su mayor activo.

Venía a decir el alemán Heiner Müller que el teatro será crisis o no será: "sólo puede funcionar como crisis y en crisis; de lo contrario, no tiene ninguna relación con la sociedad fuera del teatro". Quizás este es el momento del teatro, y si únicamente nos quedamos con el exterior, con el contenido, con la inauguración, con la polivalencia de un espacio, habremos perdido una oportunidad.

El Nuevo Teatro
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