En el CD Zamarat, las despedidas se han convertido en rutina estival. Tres nuevas bajas se suman esta semana al goteo de salidas que vive el Recoletas Zamora, que ya acumula ocho jugadoras que no continuarán en el proyecto deportivo 2025/26. A esto hay que sumar la marcha del técnico Ricardo Vasconcelos, sustituido por Raúl Pérez “Rula”, que asume el reto de dirigir un equipo que deberá volver a reinventarse.
Pero más allá del habitual movimiento de banquillo y fichajes, la situación deja en el aire una pregunta de fondo que lleva años flotando en el Ángel Nieto: ¿es sostenible un proyecto que depende temporada tras temporada del mercado exterior, sin apenas jugadoras locales o cantera sólida que asegure un relevo generacional?.
En otros deportes sucede algo parecido y no digamos ya en el Zamora CF donde hemos visto a los canteranos poco o nada, y hasta su eterno capitán Dani Hernandez ha tenido que dejar el equipo a cuenta de una absurda tozudez. El caso siempre el mismo, en Zamora o mercenarios o no hay ascenso o logro.
Fichajes como norma, no como refuerzo
En Zamora no es noticia que el baloncesto femenino de élite viva pegado a un Excel de fichajes, renovaciones y salidas. No porque no se trabaje desde el club —que lo hace, y mucho—, sino porque la ciudad y la provincia no cuentan con una base amplia de jugadoras que puedan nutrir un equipo de categoría nacional.
La realidad es tozuda: Zamora no tiene suficiente masa de jugadoras para sostener un proyecto de Liga Femenina sin mirar al exterior. Por pura lógica demográfica y deportiva, se ha recurrido al mercado extranjero, especialmente americano y europeo, para vestir de naranja cada temporada a un equipo competitivo.
Pero la rotación constante y el gasto que ello implica, en sueldos, alojamiento, logística y adaptación, plantea cada año la misma incógnita: ¿hay alternativa?
El espíritu de Juan de Mena... ¿olvidado?
Lo que el histórico Juan de Mena levantó desde la nada —una identidad, un modelo de lucha y compromiso, una forma de entender el baloncesto femenino desde la humildad— ha ido diluyéndose tras su pérdida. Hoy, el alma de aquel Zamarat forjado en sacrificio se ve sustituido por la necesidad de acertar en el mercado internacional, esperando que la plantilla funcione desde el minuto uno.

Pero el problema no es solo emocional o simbólico. Es estructural.
¿Y si apostamos por una cantera real?
La solución no es inmediata ni sencilla, pero tal vez sea hora de que el club —con el apoyo de instituciones, patrocinadores y federaciones— inicie un plan a medio-largo plazo para crear una estructura de cantera sólida y competitiva. Sembrar en los colegios, trabajar con clubes locales, formar entrenadores, captar talento en la provincia, crear una cultura de baloncesto femenino de base, algo real no ficticio y con todo el respeto hacia entrenadores y captadores.
Porque si el futuro siempre pasa por el talonario, el margen de error se reduce y la identidad se diluye.
Renovaciones, ausencias y un futuro por construir
Mientras tanto, el equipo se rearma como cada verano. Aina Martín y Davinia Ángel continuarán en plantilla, y se espera que al menos una o dos jugadoras más renueven. Pero las bajas de jugadoras importantes como Amaya Scott, Maaja Bratka o Estel Puiggros dejan claro que, una vez más, la reconstrucción será total.
En el aire quedan aún los nombres de Anna Prim, Sara Castro o la veterana Beatriz Sánchez. Las próximas semanas serán clave para conocer la forma definitiva de un equipo que, pese a los vaivenes, mantiene intacta la ambición.
Un club con alma... y con muchas preguntas
El CD Zamarat es mucho más que un club. Es una institución que ha puesto el nombre de Zamora en la élite del baloncesto femenino, que ha llenado el pabellón Ángel Nieto de pasión, y que ha sido ejemplo de lucha frente a la adversidad.
Pero ha llegado el momento de preguntarse si el modelo actual puede sostenerse sin un proyecto de base. Porque los fichajes ganan partidos, pero la cantera, el arraigo y la identidad ganan el futuro.