"O se dedicaban a la arriería o emigraban". No había más alternativa. Y es que Aliste no fue ajena al sangrado de la despoblación, que se inició hace ya la friolera de dos siglos. A finales del XIX, concretamente en 1898, se inició un camino sin retorno que se inició con los primeros viajes a América Latina y que aún hoy mantiene a familias dentro y fuera del mapa nacional con estrechos vínculos con el municipio guímaro.
"Muchas ya ni recuerdan dónde nacieron sus antepasados" se lamenta José Fraile que a día de hoy mantiene vínculos con descendientes de Argentina y Estados Unidos a los que ha enviado las partidas de nacimiento de los últimos familiares que residieron en Videmala. Una afinidad que es especialmente estrecha en el caso de varias familias que -incluso sin poseer la habitual y tan preciada segunda residencia en el municipio- siguen acudiendo año tras año a pasar las fiestas del pueblo desde Cádiz y Barcelona.
"Simplemente les gusta volver al pueblo". Unos vínculos difíciles de romper pese al tiempo, pese a los kilómetros y que ahora la asociación cultural de Videmala pretende revivir en una jornada de convivencia y reencuentro entre los descendientes guímaros y los habitantes que aún siguen residiendo o que, pese a hacerlo en otras ciudades como Madrid, conocen "al dedillo" la historia de la emigración de un pueblo que continúa luchando por mantener una más que loable actividad social, lúdica y cultural.
Una jornada que se celebrará el próximo 13 de agosto, bajo el calor que azota en esas fechas a la comarca pero en el que se reúne un mayor número de guímaros que aprovechan las vacaciones estivales para escaparse al que consideran "su refugio". Una tarde que pretende revivir historias, reencontrar a familiares. En definitiva, recuperar la historia de una Videmala que sigue muy viva pese a la "losa" que impone el censo electoral con poco más de 140 habitantes según el INE del año 2021.
Un fenómeno que arrancó con los primeros viajes a Brasil y que se extendió ya a inicios del siglo XX a otros países como Argentina, Cuba y Estados Unidos. "Algunos regresaron y otros no, pero las redes sociales hoy en día han permitido mantener el contacto" con aquellos que decidieron quedarse lo más cerca posible de su tierra natal. Los conocidos como "cacharreros" que se extendían desde La Alberca hasta Santiago de Compostela y que en Videmala coparon multitud de cartillas de matrimonio en cuya profesión se especificaba: "arriero".
Aún hoy, en pleno siglo XXI y cada domingo, en Videmala continúa resonando la misma música: “El chatarreeero, ha llegado el chatarreeeroo”. El negocio continúa vigente si bien ya bastante alejado de la época dorada en la que todo valía, también el trueque. Una profesión ambulante que en el caso de los guímaros miraba hacia el norte de España, recorriendo decenas de pueblos en los que se vendían los preciados platos y productos de la alfarería de la zona, pero también trapos, lanas y todo tipo de productos de la época. Una profesión que pasaba de padres a hijos, con los más pequeños subidos a lomos de un burro desde su más tierna infancia obligados a aprender el oficio o a emigrar. De ahí que Videmala quiera recuperar su historia y a sus gentes.
"Se trata de ubicar a las familias. Siempre suenan mucho ciertos apellidos, pero realmente nadie sabe quiénes somos ni qué vínculos nos unen". Y es que las huellas de los guímaros llegaron incluso a pisar la guerra de Corea sellando todo un entramado de viajes y experiencias que el municipio alistado pretende poner en valor bajo los toldos de una plaza deseosa de conocer nuevas caras y de volver a sentir el calor de los suyos. De los que siempre vuelven y de los que no regresaron y aún hoy, en la distancia, han cambiado la correspondencia postal por las nuevas tecnologías. Porque lo importante es seguir manteniendo esos vínculos con los antepasados.