Muchos recuerdan perfectamente cómo era Argusino en sus días más felices. También en aquellos en los que la más sombría realidad se cernía ya sobre sus cabezas, con los vecinos empujados a tirar los tejados de sus propias viviendas y asistiendo a la última misa en una iglesia del siglo XV que hoy ha quedado reducido a dos montoneras de piedras.
El bajo nivel del agua de la presa de Almendra ha causado una auténtica oleada de visitantes que se han adentrado para admirar desde dentro las compuertas de la presa y las estructuras sobre las que en su día se montaron las grúas para construir el gigante de cemento que entonces supuso una de las mayores obras de ingeniería de Europa. Pero la masa de curiosos y visitantes también se ha cernido sobre el único municipio que quedó anegado con la decisión de la construcción del embalse, cuyas obras se extendieron durante 1963 y 1970.
Y es que la ya de por sí histórica sequía, unida al trasvase de agua a Portugal, ha provocado que el pueblo resurja de su letargo como pocas veces se había visto desde que las aguas comenzaron a anegar sus pies. Argusino queda al descubierto. Lo hace más que nunca tanto en extensión -entre dos tercios y tres cuartas partes del pueblo son visibles- como en sentimientos. Así lo ha demostrado Sergio Sardón, que con dron en mano no ha dudado en capturar desde el aire las imágenes de Argusino a día de hoy.
Arrasado, sin una sola vivienda completamente en pie. Argusino derruido, que no acabado. Cada día son decenas los vecinos de los pueblos cercanos -algunos de ellos antiguos argusinejos y descendientes- pero también visitantes de Zamora y Salamanca los que se acercan a ser testigos de lo que en su día supuso una expropiación injusta para decenas de familias que no tuvieron otra alternativa más que decir adiós a su vida y a sus tierras, separándose de sus hasta ahora vecinos y amigos.
Argusino, ese pueblo en su día expoliado, queda hoy más desnudo que nunca. Tanto que a duras penas los que en su día recorrieron sus calles hoy sitúan con claridad la totalidad de sus cortinos, cortinas y viviendas. Quedan eso sí, verdaderos apasionados, locos por la historia de un pueblo del que tuvieron que despedirse siendo unos adolescentes y que aún hoy continúa muy vivo en sus corazones.
