No me gustó la forma en la que se marchó Álvaro Montero, dejando "colgado" al equipo en la matinal de un domingo en la que llegaba el líder. No me gustó, pero uno entiende las razones, entiende el razonamiento del delantero y entiende la decisión: Montero sueña con ser futbolista.
Álvaro Montero decidió con el corazón, que la mayoría de las veces es mas fuerte que la cabeza, que quizá le hubiera indicado que era mejor esperar en Zamora en lugar de pagar por salir a jugar en Segunda División. Pero el fútbol es visceral, se mueve por sentimientos, por feelings, pocas veces es la cabeza la que razona en medio de un partido, aunque sea esa una cualidad que todo el mundo pide en un futbolista.
Montero vio una oportunidad, puede que única porque los trenes pocas veces pasan dos veces, y decidió salir del club rojiblanco persiguiendo su sueño. Le espera el fútbol profesional, la Segunda División, le espera compartir el sueño de otro jugador que pasó por aquí, perseguir el sueño de Jona.
Se va un futbolista que lleva dos años luchando por ser futbolista y sin tener apenas recompensa económica, así está este fútbol del que poca gente hablar mientras critica la gran cantidad de dinero que se hace en el fútbol. Yo les rectifico, se hacía. Hace años cualquiera podía labrarse una carrera mediante el fútbol, aunque fuera en Tercera División.
Montero ha apostado por ser futbolista, ese sueño que muchos tuvimos de pequeño y que ahora persigue toda la plantilla rojiblanca, esa que defiende del escudo del Zamora CF a diario y que está aquí con menos recompensa de la merecida, luchando por unos ideales, por un convencimiento que no se paga con billetes.
Montero se fue de una forma equivocada, se confundió en la forma y luego pidió perdón porque él también sabía que aquel domingo el corazón había ganado a la cabeza. Por eso, porque Montero dejó aquí buenos amigos, porque dejó un gran rendimiento y porque persigue un sueño que tuvo un paso importante por Zamora, yo te deseo suerte Álvaro. Que todo vaya bien en Jaen.