La Semana Santa en Zamora, una festividad arraigada en lo más profundo del sentir de sus habitantes, se alza como un acontecimiento singular que atrae la atención de numerosos visitantes, incluso en un año atípico marcado por un temporal que ha provocado algunas cancelaciones. Con la distinción de Fiesta de Interés Turístico Internacional, esta celebración se erige como un atractivo turístico de primer orden en la Bien Cercada, dejando una huella imborrable en quienes la experimentan, tanto vecinos como turistas.
Sin embargo, la esencia de Zamora trasciende esta fecha religiosa tan significativa. Zamora es arte, es historia, es un vistazo al pasado que cobra vida a través de sus monumentos y sus leyendas. Desde los tiempos de los romanos, que contribuyeron al desarrollo de la ciudad, hasta las gestas de Viriato y el legado del Cid Campeador, Zamora está impregnada de historia y orgullo por su legado.
Los vestigios de su pasado se manifiestan en cada rincón: la icónica Catedral, el imponente Puente de Piedra, el majestuoso Ayuntamiento Viejo de los Reyes Católicos. Zamora es también su muralla, su emblemática cuesta de Balborraz, sus colores, su vida, su singularidad. Es el Portillo de la Lealtad, la Aceña de Olivares, el castillo que fue testigo de la guerra de sucesión castellana.
Más que una ciudad, Zamora es un símbolo de resistencia y de historia viva, a veces olvidada pero siempre presente en el corazón de quienes la habitan. Como epicentro de la España Vaciada, Zamora merece ser reconocida por su grandeza y su encanto único. Es un hogar, un refugio, un lugar mágico que invita a sumergirse en sus leyendas y a descubrir la riqueza de su patrimonio. Zamora, en definitiva, es mucho más de lo que la Semana Santa pueda revelar.