
Un nuevo caso flagrante de desidia institucional: 2 de agosto de 2022 el presidente Sánchez anuncia ayudas para las familias ucranianas que no están dentro del programa de protección a refugiados de guerra y que no están bajo los programas de Cruz Roja o Acem. La ayuda consta de una aportación económica a quien no demuestre ingresos de 400€ por familia y 100€ más por cada niño o niña menor de 18 años y que forme parte de la unidad familiar.
España cuenta con más de 168.000 refugiados ucranianos de los que ya se han ido por desidia institucional un número indeterminado de ellos, pero que en breve saldrán cifras aproximadas, situación que a de pesar a las instituciones que siguen manteniendo que se ayuda cuando realmente la urgencia, brilla por su ausencia.
En el mes de diciembre, el dinero del estado cerca de 53 millones de euros (estaba ya en las arcas de las autonomías cinco meses después del anuncio), muchas de ellas por no decir la totalidad, han repartido las ayudas, salvo Castilla y León, la Comunidad que tiene más de tres mil personas en esta situación y que han solicitado esta ayuda. Nueve meses después comienzan a llegar las "ayudas urgentes" que se solicitaron en el mes de enero de 2023.
Los problemas burocráticos que llevan a una concesión de ayuda del Gobierno de España se anunciaron en agosto, pero que al pasar por las autonomías ha vuelto a ocurrir lo de siempre, la urgencia se torna en desidia burocrática.
Tras mil averiguaciones y tras comprobar que en las demás comunidades españolas se han entregado al menos las cantidades de los tres primeros meses del año, en Castilla y León se ha comenzado a dar estas ayudas pasado el 15 de mayo, el resultado: un cero absoluto en una gestión para la que hay calificativo, NEFASTA.
El caso es que se trata de ayudas urgentes a familias sin recursos, y que viven en muchos casos de la caridad, o de la ayuda de ONG.S o colectivos de apoyo, algo que no entienden las organizaciones a las que les ha llegado todo el dinero de la JCYL mediante subvenciones especiales, y que ahí, si se han transferido en tiempo y forma. El caso es que a las familias refugiadas que no están bajo el programa de Cruz Roja o de Acem, no han recibido ni una sola ayuda o ha sido de forma esporádica, y ya hace un año dos meses y veinte días desde que se inició la guerra en Ucrania. Solo el Banco de Alimentos ha proporcionado comida a personas ucranianas con problemas de sustento.
Una vergüenza institucional y de juego sucio con el dinero de todos, y con la ayuda solidaria de un país que se volcó en un principio, y que se ha olvidado tras más de un año de una guerra cruel. Se han olvidado en definitiva de los más necesitados, de las madres y los hijos de los que ahora luchan o han muerto en el campo de batalla, ellos y ellas, siguen esperando una ayuda que de urgente no tiene nada.
Castilla y León no podrá sacar pecho en esta situación sino avergonzarse de un más que deprimente sistema que es el último en este caso de todas las autonomías españolas, que deja tras nueve meses de anuncios, de notas de prensa y comparecencias públicas, en entredicho un apoyo que ha dejado a muchos sin nada, y que les ha obligado a volver a un país en guerra que se resquebraja gracias al pasotismo internacional. Este tipo de soluciones de fachada, dejan claro que la ayuda vuelve a convertirse en largas excusas absurdas tras negociados que tampoco tienen recursos de personal suficientes, para repartir la ayuda a más de 3.200 personas que han solicitado la misma, en Castilla y León, esas son las respuestas de los que en este caso no se merecen el puesto que tienen ni por asomo.
Lavado de manos como Pilatos, escondidos tras despachos y órdenes, tras subvenciones genéricas, y fallos de presentación, ocultos en un sistema que huele mal y ejecuta peor. La vida de personas está en manos de políticos sin escrúpulos que duermen a pierna suelta, sin importarles lo que les pase a los que realmente tienen la necesidad de vivir y comer que es por cierto una costumbre que tenemos todos. A los menores que llegaron a Castilla y León se les colocó el "San Benito de MENAS", aún y cuando venían con sus madres, algo que es inaudito y que no tiene sentido alguno.
Fallos, todos, resultados ninguno, y tras más de un año de guerra y de ayuda sin cuartel, carreras a la frontera, a Polonia para traerlos, golpes de pecho de políticos e instituciones, después dejarlos "tirados" esa es la solución inmediata, esa o aburrirlos con la burocracia de un país que no cree en si mismo debido al "mamoneo constante" y sonante de instancias y certificados.
Hoteles que en principio fueron gratuitos, ahora lo son de pago, ONGS que han devuelto soberbia a los que nada tienen, en definitiva un cúmulo de despropósitos que deja claro a quien gestiona que no lo hace ni medio bien. Miles llegaron miles volverán a una tierra de guerra donde podían quedarse a repoblar una zona que necesita gente, ya que agoniza en lo que a crecimiento demográfico se refiere.
Menos golpes de pecho y más efectividad, JCYL cero en gestión a los refugiados de guerra al menos a los que no están en un sistema de acogimiento que coarta libertades y hace presas a las personas que han elegido vivir en una comunidad que abrió sus brazos para ahora atenazar a quien nada tiene, ni siquiera futuro.
En el aspecto geopolítico de la situación solo analizar la desidia también de gobiernos y estados, y de una ONU que parece ser un muñeco para los más de 60 conflictos armados que hay en el planeta.