Una noche intempestiva pero cargada de raigambre en Zamora es la del Jueves Santo. La procesión del Yacente como todos los zamoranos la conocen hacía su salida este año un poco más tarde que de costumbre esperando a que el cielo dejara de descargar el agua que tanto necesita el campo zamorano. Decenas de cofrades aguardaban en la Iglesa de Santa María la orden de salida que efectuaron con la devoción y el respeto de siempre. El Cristo Yacente salía a la calle para procesionar bajo un aguacero que aguantaron estoicamente tanto cofrades como público que se agolpaba en las calles de la bien cercada.
Una noche más, un año más, esta vez en una urna de metacrilato especialmente montada sobre su talla y en una mesa diferente a la que estamos a costumbrados a ver, hacía de parapeto ante el agua que caía esta noche en la capital zamorana. A veces con viento racheado, otras "jarreando" literalmente, el Cristo Yacente se hacía con las calles de Zamora para llegar al momento álgido en la Plaza de Viriato, allí donde se entonó a cargo del coro de la hermandad el esperado Miserere.
Sin luz puesto que las velas habían sido apagadas por el aguacero, entraba el Cristo Yacente en la Plaza, y se encendían las luces del coro que estaba situado también allá donde siempre estuvo frente al edificio del Parador de los Condes de Alba y Aliste. El silencio sepulcral solo roto por el ruido del agua y de las campanas sordas que portan los hermanos de "mi", de nuestro Yacente se deshacía al iniciar...Miserere mei deeeeussss...
Sonó perfecto como de costumbre, dirigido por Pablo Durán, y cantado por todos los hermanos del coro que aguantaron sin titubear el aguacero que en momentos arreciaba sobre sus cabezas mientras el Cristo Yacente circundaba la Plaza de Viriato.
Un año más, este bajo la lluvia, dejaba que el Yacente y su Miserere hiciera el silencio en la capital zamorana, muchos que vinieron para verlo desde lejos esperaron y aguantaron también la lluvia, El resultado fue el esperado, "espectacular", "increible", "¡que devoción!, ¡que austeridad!, esto sin lluvia ha de ser mundial...los de fuera valoran y juzgan, nosotros los zamoranos asentimos y creemos en que el Cristo Yacente nos ayuda dia a día a mantener la seña de identidad de una ciudad, de una provincia y de un ritual que para muchos es de locos pero para nosotros es nuestra tradición, y para muchos la razón de ser. Aún tras el Miserere tuve tiempo de poderlo ver en su camino de nuevo a su iglesia, con un viento que hacía estremecer, pero que a la vez me llenaba de ganas de volver a empezar, como la vida misma y aunque parezca una contradicción como un nuevo amanecer.
Fue un año más, este bajo la lluvia, lo importante es sentirlo y poderlo disfrutar, y así fue, el Yacente volvió a emocionar a los que sienten, a los que sentimos Zamora.