Opinión

Todos contra el cáncer

"El cáncer no es solo cosa de los enfermos. Cuando la enfermedad entra en una casa, todos en mayor o menor medida conocen sus efectos devastadores".

Se ha instalado en nuestras vidas como un enemigo siempre al acecho, como una amenaza, como una espada de Damocles que pende sobre miles de cabezas y nos hiere el corazón y nos rompe en dos la vida cuando nos toca. El cáncer, ese nombre maldito, esa enfermedad que nos parece que es cosa de los otros, pero es cosa de todos. Nadie, ninguno estamos libre.

Aunque mucho se ha avanzado en la lucha y la investigación contra la enfermedad queda aún mucho camino por recorrer. Y ese camino, esa batalla, ese avanzar, es cosa de todos.

La Asociación Española Contra el Cáncer realiza hoy su cuestación anual. En las calles, en los centros de salud, veremos hoy sus mesas, sus huchas, su llamada pública a colaborar aunque sea con un euro. Cualquier ayuda es buena.

El cáncer no es solo cosa de los enfermos, de quienes lo padecen, ni de sus familias. El cáncer no entiende de edades, de justicia, de lógica. Cuando la enfermedad entra en una casa, todos en mayor o menor medida conocen sus efectos devastadores, el cambio en la rutina, en los horarios, la dureza de los tratamientos, en los días y en las noches, el sufrimiento de puertas adentro. No padecen solo el cáncer quienes lo viven en sus carnes, sino quienes les aman, quienes comparten sus angustias, sus miedos, sus esperanzas; quienes les acompañan en su peregrinar por los hospitales, en las pruebas, en sus pequeñas alegrías, en sus derrotas. El cáncer nos duele, nos mata un poquito a todos.

Conozco la cara y la cruz de la enfermedad y a pesar de todo siempre apuesto cara. Porque son muchas, cada vez más, las victorias, las sonrisas, los abrazos, la certeza de que se puede, de que se sale, de que la vida es más fuerte, de que la vida siempre se impone.

Y por eso, por los que luchan; por mi comadre Marga, que empezó en febrero el tratamiento y no ceja en su empeño de ganar la partida, terca, fuerte, tan entera y amorosa; por Dory, que está igual de guapa con la peluca que con su pelo blanco y cortito; por súper Concha, que bebe su copita de vino amargo estrenando corte de pelo a lo garçón y con calvas, como ella dice; por Belén y su admirable vitalidad; por mi amiga-hermana Amelia, por Carmen la valiente, por la hermanica águeda Ani, por mi vecina Marisa, que puede con todo; por Ana, tan dulce, que jugaba conmigo desde niña; por mi prima Ester; por Javier, que volvió a los ruedos ante los Miuras con la cabeza sin pelo después de lidiar su toro más difícil... por todos ellos, hoy damos la cara por el cáncer.

Y por los que no llegaron a la orilla. Por los que lucharon, por los que nos dieron un ejemplo de dignidad y de entereza, por los que se aferraron a la esperanza sin esperanza y nos enseñaron a ver las cosas de otra manera, a valorar la vida de otra forma. A ellos se lo debemos. Ellos viven, son, están con nosotros siempre. Siempre.

El cáncer es cosa de todos. Pero el amor es más fuerte; al amor no hay cáncer que lo tumbe.

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