Soy hija de la España Vacía. Esa España Vaciada en riesgo de extinción que han esquilmado los mercaderes del templo, aquellos que nunca la han querido; los que no han sido capaces de anteponer las necesidades reales de su tierra a las imposiciones de un escaño, a las obligaciones de un partido.
Pertenezco a una España Vacía que ve agonizar su medio rural víctima de políticas diseñadas en los despachos por quienes jamás se han manchado las botas de barro pisando sus tierras.
A una España donde los pueblos no tienen niños jugando en las calles, donde el tiempo pesa como el plomo, donde los jóvenes se ven obligados a marcharse para buscarse la vida en las grandes ciudades, víctimas de una globalización y de una cultura urbanita feroz que aniquila todas las perspectivas de desarrollo en el mundo rural.
Soy parte de una España Vacía y silenciosa, de una Zamora Vacía y silenciosa que durante muchos años, siglos, ha sido cómplice, ha callado y ha otorgado, ha permitido el expolio de su patrimonio más valioso, el de sus gentes y el de su forma de vida.
Soy parte de una España Vacía que ha permanecido demasiado tiempo dormida y que ahora comienza a despertar, a rebelarse, a unirse por sus eslabones más débiles para hacerse fuerte, para alzar la voz y demandar un futuro, para negociar cara su muerte por un puñado de votos. Solo eso hemos sido.
Pertenezco a una España Vacía que llenará las calles de Madrid el próximo domingo demandando esa igualdad real que pregona la Constitución. Una igualdad que nunca se ha cumplido y nos ha abocado al abandono de los pueblos y de una forma de vida; a la pobreza, al exilio de nuestro capital humano, de nuestra juventud, de nuestra esperanza, de nuestro futuro, a las calles desiertas como un toque de queda, como un escenario de ficción.
Pertenezco a una España Vacía que por fin el domingo se hará visible para quienes han cerrado ojos y puertas a su agonía. Una España Vacía que debería llenar sus autocares por dignidad, por orgullo, por decencia, que necesita ser escuchada por boca de sus habitantes llenando su inmenso vacío con un estruendoso clamor en miles de gargantas.
Una España Vacía que tenemos que llenar de contenido, de rabia, de justicia y de oportunidades. Porque somos, porque existimos, porque queremos ser.
Si no lo hacemos, nuestra España Vacía, nuestra Zamora Vacía y Vaciada será en unos años un desierto en el mapa y en la memoria. Y no quiero ser hija de ninguna parte, de la España Vaciada, cobarde y consentidora que nadie recuerde, sepultada en su propio silencio.