Caminaban sus pies descalzos sobre un jardín de claveles rojos, la flor humilde del color de la sangre, del color de la Pasión. Claveles rojos bajo los pies del Nazareno como un ramillete de besos, como símbolo de la tierra que florece a su paso y despunta en primavera.
Claveles rojos bajo los pies del Nazareno que hoy serán recordatorio de los hombros doloridos, del esfuerzo gozoso de llevar al Hijo de Dios por las calles y aliviar el peso de la Cruz. Claveles rojos que se abrían cuando caía el sol y se encendían las nubes tras las torres y las espadañas con la última luz, mientras la noche acariciaba con sus dedos la memoria de los que un día caminaron a su lado y ya nos faltan.
Claveles rojos que hoy serán ofrenda sobre el mármol de las tumbas del cementerio, donde brotarán tambien en los días santos las flores blancas de las Vírgenes, las rosas amarillas de la Despedida, los lirios nazarenos de los Crucificados, las rosas blancas y rosas de la Verónica, las calas de la Virgen Sola, las lilas de la Resurrección, las margaritas, los gladiolos, las flores santificadas por el leve roce de la túnica de nuestras imágenes de devoción, por el esfuerzo de quienes van debajo de las mesas y sudan lágrimas de ausencia por quienes ya nos esperan al otro lado. Allí, sobre sus tumbas, al otro lado del río y de la vida, marchitarán las flores y verdecerá la memoria, esa presencia silenciosa que sentimos cerca.
Es nuestra manera de decirles que siguen aquí. Que los sentimos haciendo procesiones por el aire, tan cerca, a nuestro lado. Así es y así seguirá siendo. En estos días vivos y muertos nos damos la mano; convertimos el cementerio en un jardín de primavera, florecen las ausencias a golpes de recuerdo. Y después de la procesión, después de la penitencia bajo el paso, una mano amiga depositará un beso con forma de flor por los que tanto quisimos, por los que caminaron tras el Nazareno para seguir su estela en la mar.
Hoy son claveles rojos, gotas de la sangre del Nazareno que ayer florecían junto al río, los primeros besos de esta tierra que siempre les cobija en el vientre.
Os abrazamos, os honramos, os queremos.
(Para todos los que compartieron vida y devociones con nosotros. Para quienes les llevan las flores de sus pasos para que nunca se nos vayan del todo)