Opinión

Acción de gracias, epílogo y memoria

"La primavera ha venido para quedarse; abrid las puertas, nos está llamando".

Ante las puertas de La Horta cada año se producen un cúmulo de sentimientos y vivencias que solo pueden entenderse desde la fe y el corazón. Hoy cumplimos una nueva Semana Santa, cerramos el tiempo de la penitencia, el viaje interior que supone cada procesión bajo el caperuz, en silencio, con el rostro descubierto, con la mirada limpia como un niño, con la esperanza siempre como patria.

Juntos hemos vivido días de luto y penitencia, de recogimiento y de encuentros, de rezar y de compartir. Juntos hemos vivido la alegría de darle la mano a los que llegan y el dolor de abrazar a los que nos faltan a través del aire. Pero nada tendría sentido si no existiese la mañana de la Resurrección, ese Jesús vivo que asoma por la cuesta de mi casa e inunda el patio de jotas y de alegría, de la esperanza de que somos mucho más que carne y un amasijo de huesos; que somos ese polvo siempre enamorado que nunca muere, que pervive.

Y es la hora de dar las gracias a todos los que cada año hacéis que el engranaje de una ciudad funcione como un reloj de precisión: a las fuerzas y cuerpos de seguridad, a los escoltas que se han emocionado marcando el paso junto a las imágenes de devoción; a los músicos que terminan con ampollas en los labios y los pies inflamados; a quienes han dejado las calles a punto después de el bullicio; a los que han doblado sus guardias en los hospitales; a los que han madrugado para encender el horno y amasar las aceitadas; a los que han trasnochado detrás de una barra ofreciendo a los visitantes lo mejor de este pueblo, su pan y su vino, su sonrisa, su hospitalidad.

Es hora de dar las gracias a quienes sustentan cada cofradía porque hacen hermandad todo el año; a quienes desde la sombra ayudan a que todo esté a punto; a las llaves que abren y cierran las paneras, el Museo, los templos y las catedrales; a las manos que visten a las Vírgenes y los Nazarenos; a quienes colocan las flores para convertir las calles en jardines de la Pasión; a las cornetas y tambores que anuncian procesiones; a los Merlús que nos sacaron de la cama el Viernes Santo; a los clarines que anunciaban toque de silencio; a quienes tañen las esquilas del Barandales como pregoneros vivos de una Semana eterna.

A los compañeros de la prensa a quienes nos sorprende la madrugada incluso con la túnica puesta sentados al ordenador; a quienes se han pateado la ciudad y su alma en pos de la mejor foto; a las que desde la clausura contemplan las procesiones y rezan todo el año para que Dios bendiga a este pueblo; a quienes han vestido por vez primera a sus hijos; a quienes envolvieron en una túnica por vez última a los que quisieron y se fueron a la tierra como cofrades en lo eterno; a los cantores que con sus voces han cerrado las cllagas y el costado de los Cristos; a los voluntarios de Protección Civil que necesitarían días de cuarenta y ocho horas.

Hoy es día de acción de gracias, epílogo de una Pasión que se ha vivido como si fuese la primera. Gracias a quienes han aguantado en las aceras y en las filas las largas esperas de una procesión; a quienes sustentáis sobre los hombros la historia sagrada y compartís esa emoción con quienes nos abrazamos a la madera, los que detenéis el paso y nos saludáis de la forma más hermosa que se puede hacer en Zamora; gracias a los que habéis dejado flores sobre las tumbas para que brote la vida en el jardín de la muerte; gracias a quienes han engalanado sus balcones y escaparates vistiendo a Zamora de nazarena; a quienes enseñan a los niños a jugar a las procesiones en las guarderías y colegios. Gracias a los hombres y mujeres que pisamos sobre los pasos de quienes nos legaron tanta pasión, tanta vida.

Hoy es día de Acción de gracias, epílogo y memoria. Gracias a mi gente zamorana, que es la que ha convertido las calles en una prolongación del templo explicando la fe según el pueblo. A lo que os emocionáis y nos leéis en los hospitales, en el trabajo, tan lejos, y hacéis procesiones a nuestro lado; a los que creéis y a los descreídos, que en estos días buscáis el milagro de la niñez, el paraíso de la fe desde la inocencia.

Hoy cerramos juntos una nueva Pasión. Gracias a los amigos, a los que siempre estáis, a los que regresáis aunque solo sean unos días, a los que habéis recorrido las calles de nuestra mano, nos habéis leído y habéis sentido la Semana Santa a miles de kilómetros contada y vista por nosotros. Vuestra emoción, vuestros comentarios son nuestra recompensa. Está cumplido.

La primavera ha venido para quedarse. Abrid las puertas, que nos está llamando.

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