La Semana Santa de Zamora aglutina a numeroso público. Un atrayente turístico más que relevante de la Bien Cercada que, además, cuenta con la categoría de Fiesta de Interés Turístico Internacional. Todos sabemos lo importante que es; tanto para los vecinos, por su sentimiento, como para los turistas, que se marchan asombrados.
También es fundamental para la economía, que se revierte. Una cita en la que la música es la protagonista; cantos gregorianos y corales como eje fundamental de sus procesiones, pero, ¿qué pasa después?
La Semana Santa es importante, única y especial, pero Zamora no es solamente esta fecha religiosa, es mucho más. Zamora es arte, es doña Urraca, es el Cid Campeador. Zamora es echar un vistazo al pasado. Son los ojos que cuentan historias.
Zamora es historia. Los romanos hicieron crecer la ciudad. Zamora es Viriato y sus hazañas. Zamora es su bandera con franjas rojas, la Seña Bermeja. Zamora es su Cerco, su historia porque Zamora no se ganó en una hora.
Zamora es la Jura de Santa Gadea. La llegada del Cid Campeador. Zamora es su emblemática Catedral. Su Puente de Piedra. Zamora es su Ayuntamiento Viejo de la época de los Reyes Católicos.
Zamora es todo aquello que se encuentra sepultado bajo sus pies. Sus murallas. Zamora es Balborraz; su cuesta empinada, sus colores, su vida, su peculiaridad.
Y es que, Zamora es mucho más. Es su Portillo de la Lealtad, la Aceña de Olivares. Su castillo que vivió la guerra de sucesión castellana. El hogar del Cid Campeador. Zamora es historia; la Bien Cercada, a veces la gran olvidada. Ápice de la España Vaciada. Zamora es mucho más. Zamora merece mucho más. Zamora es hogar, refugio, casa. Zamora… Zamora es mágica.