Una pulsera para potenciar el envejecimiento saludable entre los zamoranos. Casi un año de trabajo, tres de recogida de datos y 300 participantes de los cuales 200 de ellos han sido monitorizados de manera continua han servido de base para presentar los resultados de la investigación "Implementación de un sistema para la promoción del envejecimiento saludable en población de personas mayores de 65 años".
El estudio ha permitido monitorizar a zamoranos mayores de 65 años y hasta los 99 años residentes en Zamora capital y con una casuística muy heterogénea y perfiles muy variados, lo que incluye desde personas con familiares cercanos, sin apoyo social... lo que da más valor a los resultados obtenidos al "indicar que realmente la solución es fácilmente transferible y aplicable a otros entornos".
Esta iniciativa forma parte del ‘Programa para una Sociedad Longeva’, impulsado por la Fundación General de la Universidad de Salamanca, a través del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE) y en el marco del Programa de Cooperación INTERREG V-A, España-Portugal, POCTEP, 2014-2020, del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). Unas conclusiones que se han expuesto este miércoles en el Campus Viriato.
"La tecnología sí, pero con contenido". Es la premisa de esta iniciativa que arroja luz sobre cómo el impacto de tecnologías pueden contribuir de manera significativa a la mejora de la calidad de vida de los mayores. También la línea de investigación tan necesaria en ciudades como Zamora, Salamanca o Ávila al a que llegan los brazos de la USAL pero también especialmente afectadas por el envejecimiento de la población.

Una solución tan aparentemente sencilla como es el uso de una pulsera para monitorizar 24 horas la actividad física -y que el propio usuario puede seguir a través de una app móvil-, unido a diferentes herramientas de gamificación para motivar y superar los retos personales ha permitido no sólo sentirse más activos, sino mejorar de manera apreciable su estado físico. Una investigación que también ha atendido, de manera paralela, el problema latente como es la soledad no deseada, siendo la “necesidad de hablar y sentirse escuchados” una necesidad generalizada.
"Las personas que ya hacían algún tipo de actividad física, sobre todo ligera, la han incrementado significativamente y una gran parte de personas que era sedentaria y que antes no tenía adquiridos estos hábitos saludables se han movilizado". Así lo ha señalado Ignacio Pedrosa, investigador principal del proyecto. "Además se ha incrementado el apoyo social. Después de la pandemia, las consecuencias físicas, pero sobre todo el aislamiento social es algo que nos preocupaba y esto también les ha ayudado a tener relación con otras personas, especialmente con la gente de campo".
Curiosamente, esta población -normalmente poco habituada al seguimiento de dispositivos electrónicos- no han visto el uso de la pulsera como algo invasivo. "Al ver directamente los beneficios que les derivaba no les ha preocupado que les monitorizara la actividad". Un dispositivo que podrán seguir utilizando una vez haya finalizado la investigación, si bien los usuarios seguirán teniendo a su disposición todas las herramientas que se han desplegado con motivo del estudio.

Una investigación que también ha salvado el prejuicio de que mayores y tecnología "no casa bien". El investigador principal del proyecto asegura que "cuando realmente se les explica cómo funciona y ven el beneficio lo utilizan muy bien", lo que se ha unido a un seguimiento constante por parte del equipo de campo que ha estado completamente a su disposición para solventar cualquier incidencia.
Luis Rodríguez, subdirector general de la Fundación General de la Universidad de Salamanca, asegura que "muchas veces no somos conscientes de todas las potencialidades que tenemos y de todas las oportunidades" que nos permiten "protagonizar iniciativas que son, desde el punto de vista de la investigación, muy innovadoras".
