¿Milagros en Zamora? El cartel de las obras del centro cívico da pistas

Hay ciudades que avanzan con paso firme. Y luego está Zamora, que avanza... como puede...pero con andamios en la muralla y del plan de humanización solo nos queda la resiliencia.
centro cívico
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 Y no es que falte voluntad, es que sobran obras y faltan finales felices. Basta con darse una vuelta por el casco urbano para comprobar que el urbanismo zamorano vive un proceso de humanización perpetua, como si de un purgatorio técnico se tratase.

Y en este contexto de muros a medio construir, calles valladas, mercados tapiados y museos que se caen de viejos mientras se reforman, una imagen se alza como símbolo profético: un cartel en la valla del futuro centro cívico con un nombre que, en plena Semana Santa, suena casi a oración: “Mantenimiento Abraham Milagros”.

¿Casualidad o designio?

Quizá lo de "Milagros" no sea una ironía. Quizá sea exactamente lo que necesita esta ciudad para salir del letargo de los proyectos interminables. Porque Zamora no solo tiene calles levantadas, también tiene el alma urbanística en obras. El Mercado de Abastos, el Conservatorio, el Museo de Semana Santa, el Banco de España, el Puente de Piedra que aún le queda intervención, la estación de autobuses…que en breve...otro zasca. Cada uno con su historia, sus presupuestos y, sobre todo, sus retrasos.

Y mientras tanto, los vecinos esquivan zanjas, esperan aperturas que nunca llegan y aprenden a convivir con vallas metálicas como si fueran mobiliario urbano permanente. Todo muy fotografiable, eso sí, con sus lonas y logos de empresas que prometen plazos, pero entregan silencio.

Semana Santa… y a rezar

Ahora que llega la Semana Santa, y con ella la espiritualidad, no sería mala idea que los zamoranos sumaran una nueva petición en sus oraciones: que el apellido Milagros no sea solo un reclamo de la empresa, sino un compromiso real con esta ciudad que no acaba de ver terminadas sus promesas de modernidad.

Porque a Zamora le sobran planes y le faltan finales. Y entre el polvo de las obras, los trámites interminables y las declaraciones institucionales llenas de “compromiso”, solo queda apelar a lo que nunca falla: la paciencia zamorana… y algún que otro milagro.

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