Un mar de pétalos y devoción en el día del Corpus

El casco antiguo de Zamora ha vuelto a dejarse contagiar por los aromas frescos del romero y el tomillo, envolviendo la ciudad en un ambiente festivo y solemne. En una tradición que se repite cada año, más de un centenar de niños han salido a lucir sus trajes de Primera Comunión con motivo del día del Corpus Christi. 

En parejas, ataviados con vestidos de encaje, lino, grandes lazos, guantes, diademas, coronas de flores (ellas) y con el traje y corbata imponiéndose cada vez más por delante de los tradicionales dos piezas de marinero y almirante (ellos), volvieron a convertirse en los protagonistas de una procesión en la que son ellos los encargados de ponerle el toque de color y alegría.

Desde su salida del atrio de la Catedral con la Custodia cerrando el desfile hasta su llegada a la Plaza Mayor, la procesión realizaba las tradicionales paradas ante los altares, situados a la puerta del Convento del Tránsito -con el tradicional altar nido con varios bebés nacidos en el último año-, en la sede de la Real Cofradía del Santo Entierro y en el Ramos Carrión con el paso de Redención presidiendo. 

El camino en busca de la patrona de la ciudad concluía en la Plaza Mayor. Tras el paso de los Gigantes y gigantillas, acompañados por el vibrante sonido de gaitas, dulzainas, cornetas y tambores y La Tarasca lanzando humo y caramelos; los niños hacía un pasillo para recibir a la Custodia en un manto de pétalos.

En una mañana marcada por el intenso calor, los abanicos y los botellines de agua se convirtieron en imprescindibles para sobrellevar los minutos al sol ante una abarrotada Plaza Mayor que esperaba con ansia la llegada de la comitiva. Fielmente escoltada por cuatro agentes de la Guardia Civil vestidos de gala, la Custodia se colocaba junto al altar presidido por la Virgen de La Concha en las arcadas del Ayuntamiento donde el obispo realizó la última oración del día.

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