Lo de menos era ajustarse al rigor histórico. Lo importante era la diversión de un público que se metió de lleno en la leyenda del Cerco de Zamora, con un Diego Ordoñez desafiante y un Arias Gonzalo dispuesto a dar la vida de sus hijos para defender el honor de Zamora. La "batalla" transcurrió en el Campo de la Verdad, donde los contrincantes pedían el aplauso de unos espectadores que se rindieron a la leyenda.
"Malo" le gritaban a Ordóñez los más pequeños, mientras el caballero castellano se ponía "brabucón" y trataba de asustarlos a lomos de su caballo. "Tramposo y tabernario" Diego Ordónez se llevó los silbidos del pueblo de Zamora, siempre al lado de Fernando, Pedro y Rodrigo Arias, los tres hijos de Arias Gonzalo que se retiró de las "justas" cansado, viejo y enfermo.
Junto a la Iglesia de Santiago de los Caballeros, donde El Cid fue nombrado caballero, según cuenta la leyenda, Diego Ordoñez desafío a los zamoranos y perdió la vida por ello. Pero antes, los jinetes hicieron gala de su habilidad con la doma, lanzando desde lomos de sus caballos las jabalinas o enfrentándose al estafermo.
Y llegaron las tres "justas" de Diego Ordoñez con cada uno de los hijos de Arias Gonzalo. Zamora quiso "indultar" al "soez" caballero, pero solo recibió burlas: "Brindo por Doña Urraca con vino de La Rioja y de Valencia", se atrevió a decir entre abucheos. En los dos primeros lances murieron Fernando y Pedro Arias, cuyos "cuerpos" fueron recogidos por personal de la Cruz Roja de Zamora, llegados del siglo XXI. La tercera justa quedó en tablas: murió el caballero chulesco pero también el primogénito de Arias Gonzalo, su amado Rodrigo.
Y así fue como la ciudad se enfrentó y ganó un Cerco que se convirtió en leyenda y resumió la gesta en el lema que identifica al pueblo zamorano: "Zamora no se ganó en una hora". La verdadera historia es otra historia.
Galería de imágenes por Silvia Fernández
