La protección solar, presente en cremas y lociones, actúa como una barrera para la piel contra los daños causados por el sol. Cuando aplicas protector solar, se crea una capa en tu piel que ayuda a bloquear los rayos ultravioleta (UV) del sol. Estos rayos pueden causar quemaduras y daños que, con el tiempo, podrían llevar a problemas más serios como el cáncer de piel.
El protector solar se mide por el Factor de Protección Solar (FPS), un número que aparece en la etiqueta del producto. Este número indica el nivel de protección que ofrece contra los daños del sol. Por ejemplo:
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FPS 30: Indica que el protector solar puede ayudar a prolongar el tiempo que tu piel puede estar al sol antes de empezar a quemarse, aproximadamente 30 veces más que sin protección.
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FPS 50: Proporciona una protección mayor que el FPS 30, extendiendo el tiempo de protección a unas 50 veces más que sin protector solar.
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FPS 100: Ofrece la protección más alta entre los protectores solares comunes, extendiendo la protección a unas 100 veces más que sin protector solar.
El protector solar se divide en dos tipos principales: uno que refleja los rayos solares, como un escudo, y otro que absorbe esos rayos para que no penetren en la piel. La combinación de estos mecanismos ayuda a proteger la piel de manera más eficaz. Además, es importante aplicarlo de nuevo cada dos horas y después de nadar o sudar para mantener la protección.