En un escenario cargado de simbolismo y devoción, la Plaza Mayor se convirtió en el epicentro de la conmemoración, donde a las 20:00 horas tuvo lugar el Sermón del Desenclavo, a cargo del párroco de la ciudad. Este momento solemne, marcado por la emotividad y la reflexión, representó los instantes posteriores a la muerte de Jesús, especialmente con el descendimiento y desenclavamiento, gestos cargados de profundo significado para los fieles toresanos.

Con la plaza abarrotada de espectadores y fieles, la procesión inició su recorrido desde la iglesia del Santo Sepulcro, desplazándose por las principales calles de la ciudad, no sin miedo a la posibilidad de la lluvia que era alta. Desde la Plaza Mayor, pasando por calles emblemáticas como Perezal, Judería, Monjalbarda, San Pedro, Cañuelo, Reina, Amor de Dios, hasta llegar a la puerta del Mercado y retornar nuevamente a su punto de partida, el templo del Santo Sepulcro.
El cortejo procesional, encabezado por la imagen de Jesús Muerto, contó con la participación activa de los cofrades y devotos, que acompañaron con fervor cada paso del trayecto. El ambiente de recogimiento y respeto se palpaba en el aire, mientras las calles resonaban con los rezos en honor al Señor.
Esta procesión, aunque no compensó del todo la suspensión de la emblemática procesión de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla, permitió a los toresanos vivir un viernes de luto con la solemnidad y la devoción que caracterizan a esta época del año.
En medio de la complicada situación meteorológica y las adversidades, la fe y la tradición prevalecieron, y los habitantes de Toro encontraron en la procesión de Jesús Muerto un momento de encuentro, reflexión y renovación espiritual en el corazón de su ciudad.
GALERÍA DE IMÁGENES ( Mario Garduño)
