El protagonista no fue otro que Christoph Strieder, concejal de Turismo del Ayuntamiento, conocido cariñosamente por algunos como “el Indurain alemán”.
Y no por casualidad: su inseparable bicicleta se ha convertido en su medio de transporte oficial por las calles del casco urbano, símbolo viviente de esa Zamora sostenible, verde y pedaleable que el equipo de gobierno defiende con convicción geométrica.
Sin embargo, la realidad rodó hoy por la Plaza de la Leña, donde el edil sufrió una avería mecánica en pleno trayecto laboral. Hierro, tecnología, caucho y dignidad… todo se puso a prueba en una escena que reunió curiosos, sonrisas y algún que otro comentario ingenioso sobre urbanismo vivo.
Fuimos testigos de su pericia. Y hay que decirlo: Strieder no se arrugó. Sin asistente técnico, sin apoyo institucional y sin rueda de repuesto en concejalía, desplegó herramientas improvisadas y paciencias afinadas para resucitar su dos ruedas mientras el tráfico peatonal observaba —humanizado, eso sí— cómo el concejal practicaba la teoría ciclista aplicada.
Dicen los que lo vieron que ni en el Tour de Francia se despacharon arreglos tan eficientes. Un giro de muñeca por aquí, una comprobación de presión por allá, y listo. El velocípedo volvió a rodar como si nada hubiera ocurrido… aunque su orgullo todavía ajusta los tornillos.
Este anecdótico (pero simbólico) incidente abre inevitablemente las reflexiones de barra zamorana:
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¿Debe el plan de humanización incluir un taller exprés en cada plaza?
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¿Se activará un protocolo de pinchazos institucional?
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¿Merece el concejal una medalla al mérito pedaleado?
Hay quien asegura que la bicicleta de Strieder, consciente del abuso político de concepto “humanizado”, decidió plantarse para exigir una subida salarial. Otros apuntan a que vio irregularidades en la calzada y se solidarizó. Nadie descarta que fuera una protesta silenciosa contra tanto bordillo emocional.
Sea como fuere, la Zamora que camina y pedalea suma hoy una nueva anécdota para su álbum urbano: la avería inesperada del hombre que más ruedas mueve con el discurso del carril. Porque aquí —y el karma lo sabe— las calles también hablan… aunque sea pinchando.
Y que nadie se alarme: como buen ciclista zamorano, Strieder ya está de vuelta. La bicicleta también.