Jesús Yacente sobre su nuevo paño blanco como blanco es el color de sanitarios que en el último año han peleado para salvar a tantos yacentes del mundo. Jesús yaciendo en una tarde de Jueves Santo en el que Zamora habitúa a caminar entre el sol más espléndido hasta la Catedral y volver anocheciendo antes de enmudecer.
Jesús Yacente sobre unas humildes parihuelas huérfano de su ciudad, como tantos enfermos han sufrido contra la enfermedad sin el calor de un abrazo familiar. Jesús tendido sobre su lecho y acompañado sólo por una treintena de hermanos en San Andrés.
Jesús Yacente sin pisar las calles empedradas. Sin tender la mano a los que combaten el frío y la noche de Jueves Santo en callejuelas medievales donde dos tambores destemplados y cuatro cirios rojos avisan que Dios está en Zamora con su último aliento.
Jesús Yacente lejos de Santa María la Nueva, sin los largos caperuces y el morado dando color a una noche en la que Zamora vive en blanco y negro. Jesús Yacente sin el calor de las voces del coro entonando un Miserere que alimenta cuerpo y alma. Miserere en diferido, Miserere con más de un año de silencio, como Zamora que ya vive dos años de silencio, sin Semana Santa, sin Pasión, sin ese otro silencio, el que congela en las noches de Pasión.