Si hoy fuera un Lunes Santo normal y la única preocupación de los zamoranos fuera la de mirar al cielo, Óscar Benito habría estado junto a sus compañeros del coro entonando La Muerte no es el Final en la Plaza Mayor, estremeciendo a los zamoranos. Hoy, en San Lázaro, sonó más triste que nunca, en su honor y en el de tantos zamoranos fallecidos en los últimos meses.
Lejos queda el Lunes Santo de 2019 cuando el coro de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída entonó en la Plaza Mayor La muerte no es el final, lejos queda esa Zamora que por el camino ha perdido a tantos hijos de la ciudad.
Los hermanos de San Lázaro, en los peores momentos, se agarran siempre a este cántico con la certeza de que "Ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz" y que este camino, aunque doloroso, no es el final. Por eso, en este año sin procesión, sin túnicas de raso negro y capa blanca, lo que no podía faltar un Lunes Santo es el recuerdo a los que desde ese último Lunes Santo en el que la Tercera Caída estuvo en la calle, nos han dejado.
Muchos son los zamoranos que ya no están entre nosotros y entre ellos, la hermandad ha perdido a varios hermanos que fueron importantes en la vida activa de la cofradía. Por eso este año, entre las voces del coro, alzadas al cielo, junto al Jesús Caído, entre la emoción y el recuerdo a tantos seres queridos, fue inevitable que La muerte no es el final sonara por Óscar, por Alfredo, por Luis, por Angelito, por Eduardo, por Faustino o por Jesús.
En San Lázaro habría estado la alegría contagiosa de Alfredo Hernández, sus ganas de ayudar, su honradez, su cofradía, la del barrio y su Virgen de la Soledad observando desde San Juan. Habría estado la voz de Óscar Benito cantando junto a sus hermanos por todos los que no podían hacerlo. Habría estado Angelito, Ángel Vicente, anunciando, con su clarín, que la procesión está en la calle o llamando a la oración.
Habría estado Luis Campesino, vistiendo a sus imágenes con todo el cariño con el que siempre lo hacía y cuando la virgen tuviera su manto, Eduardo Viñas habría arropado a sus compañeros de La Despedida. Y también habrían estado Jesús Justo Gutiérrez y Faustino Pérez, dos de los hermanos más antiguos de la hermandad, los números 11 y 25 de una Hermandad de Jesús en su Tercera Caída que en un Lunes Santo complicado les recordó que la muerte no es el final del camino.