La Madrugada más amarga

No hubo baile del Cinco de Copas, no hubo arrancada, no hubo túnicas de laval ni cruces pintadas de negro. No hubo procesión en la calle y sí que hubo lluvia pero no fue en esta ocasión la culpable de dejar a la Congregación sin salir a la calle.

La Virgen de la Soledad se quedó en el templo junto a un reducido grupo de hermanos para el rezo de un Vía Crucis y aunque sí sonó el Merlú, que despertó a la ciudad, mucho más tarde de lo habitual, faltaba todo lo demás.

Una pareja de Merlús hizo sonar la corneta y el tambor destemplado en la Plaza Mayor donde ya muchos zamoranos aguardaban la cola para intentar entrar en un acto que apenas permitió aforo puesto que la organización encesaria para llevar a cabo el acto cumplía el máximo que permite San Juan.

Sonó el Merlú llamando a todos los hermanos de la Congregación para vivir íntimamente, algunos desde el templo, otros desde los aledaños y otros desde las distintas retransmisiones un Vía Crucis con la madre Soledad.

La Virgen, de luto riguroso como sale a la calle el Sábado Santo, sin el resto de los pasos de la cofradía, sin sus cargadores ni sus hermanos de acera, sin los hermanos de fila que crean esa marea negra multitudinaria que camina al calvario. No hubo Jesús Camino del Calvario y por supuesto, no sonó Thalberg. No estaban La Caída ni Redención, no hubo sopas de ajo en el crucero. No pasaron Las Marías, caminando, ni el Nazareno delante de La Verónica y no se repartieron garapiñadas.

No hubo Desnudez, Crucifixión ni Elevación y tampoco hubp Agonía, paso que estrenaba sus faroles a semejanza de los que tuvo hace muchos años. No hubo procesión en la calle pero sí en muchos corazónes, los que a las 5.00 horas se pusieron Thalberg y el Merlú, los que madrugaron para tomar las sopas, los que vivieron el Vía Crucis y los que agarraron con fuerza su medallón y el pañuelo y dijeron: "Salud para el año que viene, hermanos". 

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