El obispo preside la misa crismal

photo_camera El obispo, en la misa crismal en la Catedral.

La Catedral de Zamora acogió hoy la misa crismal, presidida por el obispo, Gregorio Martínez Sacristán, y concelebrada por la mayor parte del clero diocesano. Con la presencia de muchos laicos y consagrados, el obispo ha bendecido el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos, y ha consagrado el Santo Crisma, después de que los sacerdotes hayan renovado las promesas de su ordenación presbiteral.

En su homilía, el obispo ha señalado que se trata de "la celebración que mejor expresa, de todas las del año litúrgico, nuestra condición de pueblo de Dios, pueblo santo y amado". Recordó una expresión de San León Magno, que decía que "los misterios de la vida del Señor, que ya han desaparecido, están ahora en los sacramentos".Asistentes a la misa crismal de la Catedral.

Martínez Sacristán dijo a los sacerdotes que de estos sacramentos "nosotros hemos sido nombrados administradores, no funcionarios, no dueños, no policías de ellos... sino siervos y servidores". A todos los presentes les exhortó: "alegraos por estar aquí reunidos celebrando, a las puertas de la Semana Santa, el misterio de la Iglesia, pueblo de Dios reunido en torno al sucesor de los apóstoles, llamados a la misión".

El obispo aludió a las lecturas que se proclamaron en la liturgia de la Palabra, y recordó las tres palabras que el papa Francisco destacó en su homilía de la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado verano en Río de Janeiro: "id, no tengáis miedo, servid".

El prelado también recordó a los presbíteros que "somos ministros de la compasión y de la misericordia, para curar heridas, para poner vendas a los corazones desgarrados, para anunciar el año de la liberación y de la gracia". Los llamó a ser "servidores, siervos entregados, llenos de vida, por ellos y para ellos. No olvidéis de ningún modo la misericordia como el eje fundamental de vuestro ministerio, que no es vuestro, sino que lo habéis recibido. No sois autónomos; sois servidores".

El obispo continuó diciéndoles: "curad heridas a todos los que os encontréis por los caminos, bajad de vuestras cabalgaduras y montadlos en ellas, ocupaos de los lisiados como el buen samaritano". Porque "así seremos ministros del Señor, sacerdotes de nuestro Dios. Dios quiere sacerdotes así, el pueblo necesita sacerdotes así. No señores. No funcionarios. Sacerdotes entregados como el que se entrega en la cruz, sin derechos, por ellos y para ellos".

Así, afirmó, "tendremos alegría en nuestro corazón. Una alegría y un Evangelio que serán vida". Llamó a todos los asistentes a rezar "por nuestra Iglesia, llamada a ser servidora de una ciudadanía cada vez más pobre y despoblada. Seamos siervos gozosos de serlo aquí y ahora, donde estamos y como estamos".

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