El Nazareno de San Frontis y la Esperanza cruzan el río en la procesión del Vía Crucis.
El Nazareno de San Frontis y la Virgen de la Esperanza han unido esta tarde a las dos Zamoras, las dos orillas, bajando desde la Catedral y cruzando el puente sobre el Duero, desandando el camino que el pasado Jueves de Pasión realizaba el Jesús para abrir los días santos. La cofradía del Vía Crucis devolvió, ya entrada la noche, al Nazareno al templo sanfrontino, mientras la Virgen de la Esperanza se quedaba en el convento de Cabañales, de donde saldrá en procesión el Jueves Santo.
Él Nazareno y oro, con la Cruz al hombro y la mirada mansa. Ella con su manto verde tachonado de estrellas, sobre su mesa dorada y un jardín de flores blancas y salmón, a hombros de sus cargadores. Así pasaban esta tarde el Jesús del Vía Crucis y su Madre, la Virgen de la Esperanza, que salían de la Catedral a las 20.15 horas de la tarde para avanzar por las viejas rúas del casco antiguo y dirigirse, por la Cuesta de Alfonso XII, hacia la Plaza de Santa Lucía y los barrios bajos, esos que perfuma el Duero en las noches de la primavera y del verano.
En el interior del cortejo, las cruces con las escenas de la Pasión recordaban el Vía crucis de Cristo, el camino doloroso de la Cruz, con la Madre siempre unos pasos por detrás del Hijo y sus manos abiertas, dispuestas para el abrazo, para la caricia.
El buen tiempo favoreció un amplio número de cofrades en las filas, donde destacaban numerosos niños, algunos muy pequeños en los brazos de sus padres, ataviados con su túnica de estameña blanca y el caperuz y escapulario morado, el color del Nazareno, el de los buenos toreros en tardes de postín.
Tras Él, la Banda de Villamayor de Armuña marcaba el paso de sus cargadores, mientras que la Virgen de la Esperanza era mecida suavemente con los acordes de la Banda de Música Nacor Blanco, que interpretó las melodías que marcan la identidad de la Pasión, como Esperanza de Zamora, Los Clavos o Mater Mea, entre otras.
Ya pasado el puente tuvo lugar la despedida entre el Nazareno y la Virgen. Ella se retiró entonces hacia el convento de las Dueñas de Cabañales, acompañada de numerosas devotas y damas de la cofradía de la Esperanza, mientras que el Nazareno prosiguió su camino hacia San Frontis con el rezo del Vía Crucis junto a la orilla del Duero.
Era ya casi la media noche y muy cerca, en la otra orilla del Duero, el barrio de La Horta se disponía a sacar a su Crucificado por las calles uniendo a hombres y mujeres en la penitencia.