La austeridad y la penitencia, protagonistas en el desfile procesional de la Buena Muerte

Solamente con la luz que les acompaña y la luna brillando en lo alto, los hermanos iluminan la noche del Lunes Santo
Cristo de la Buena Muerte
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Nació hace 49 años, pero no fue hasta 1975 cuando salió a la calle por primera vez. La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte se caracteriza por la austeridad y la penitencia. Con sus teas o antorchas de cera y parafina, iluminan las angostas y viejas rúas por las que desfilen en penitencia durante la madrugada del Lunes Santo.

Momentos únicos, como el cántico del "Jersulalem, Jerusalem" en la plaza de Santa Lucía o el paso del arco de Doña Urraca, son los que dejan esta hermandad que viste túnica y cogulla de estameña blanca con un crucifijo reglamentario que cuelga del cuello de cada uno de sus hermanos.

Las llamas de las teas y los hábitos blancos de los penitentes forman un cortejo de luz que precede al Cristo de la Buena Muerte, uno de los mejores crucificados de Zamora, salido de la gubia de Juan Ruiz de Zumeta en el siglo XVII.

La imagen del Cristo de la Buena Muerte procesiona inclinada, bajo el abrigo de los cofrades que la arropan en una noche de Lunes Santo especial. Oscura, recogida, austera y angosta. Una noche en la que la puerta de la Iglesia de San Vicente se abre de par en par para dejar salir al cristo del que custodian el sueño.

Solamente con la luz que les acompaña y la luna brillando en lo alto, los hermanos iluminan la noche del Lunes Santo en silencio y penitencia. 

 

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