El lamento del bombardino y un par de faroles de paja en busca del amparo de un Cristo de barrio que escucha un Miserere Alistano entre capas pardas que rompen el silencio con una vieja matraca. No es medianoche aunque la luna gana su peso sobre un sol que va dejando paso a las tinieblas y las capas pardas alistanas se agolpan en San Claudio.
Olivares acoge apenas a una veintena de hermanos de la Hermandad de Penitencia y al obispo de Zamora, Fernando Valera, que vive en primera persona uno de los pocos actos de la Pasión zamorana que se han podido mantener con una estética que recuerda bastante ala que se vive las noches de Miércoles Santo en San Claudio.
Galería de fotos de Marcos Vicente.
Se hace el silencio y un bombardino rasga el cielo con la ayuda del crujir de la matraca. Desfilan dos hermanos de la cofradía portando las cruces que abren la procesión. A un lado el Cristo del Amparo, al otro el pendón de la Hermandad de Penitencia y en el resto del templo silencio y oscuridad disuelta por dos faroles de paja que alumbran el caminar de pastores alistanos en un barrio de extramuros.
El Vía Crucis conduce los dolores de un Jesús en la cruz que busca amparo y el coro entona el Miserere Alistano buscando piedad de Dios mientras suena una zanfoña como habría sonado en tantas otras noches de invierno y primavera en los campos alistanos.