Los recuerdos en mi familia que entonces había emigrado al sur de España, concretamente a Linares en la provincia de Jaén, siempre estaban presentes en este día 9 de enero. La radio entonces alertaba de la tragedia confirmada, 144 personas muertas solo 28 cuerpos recuperados y la verguenza de la malversación y la codicia hacía que el pueblo quedara arrasado por el agua y el lodo.
Mi abuelo materno, que nació en Castromil siempre recordaba la fecha, mis tios y tías nacidos en Lubián y en Calabor hijos de guardias Civiles todos, también aún dan fe de las tristes fechas que dejaron un halo de muerte en la comarca. España se estremecía con el suceso y muchas familias hacían acopio de algún que otro ahorro en colectas públicas para ayudar a los damnificados. La España de Franco intentaba acallar el suceso, pero nadie olvida y aunque se prometió y se prometió, los importes de las imdenizaciones fueron ridículos y todo intentó taparse con los métodos acostumbrados.
Fechas inolvidables que marcan una verdadera tragedia en la que los culpables quedaron impunes y donde los damnificados fueron acallados con migajas. La voz de Sanabria reivindica siempre la fecha pero claro está que tras 65 años el museo proyectado aún no está listo para su visita, quizá en verano, quizá...quizá...
Proyectos de la España vacíada que no sirven para nada, Sanabria sigue en el olvido. Solo quizá en verano, en esa importante estación en la que todos viajan para disfrutar del entorno, se recuerda que ese paraíso fue arrasado por la negligencia y la desidia además de la siempre codicia humana.
Se habla y se cuenta, se promete y se asegura, que ahora si, que el proyecto A,B o C... llegarán a la comarca, pero claro está que la zona muere como murió en aquel 9 de enero de 1959
La presa de Vega de Tera había sido construida en 1930 para contener las aguas del río Tera y generar energía hidroeléctrica, Moncabril era la empresa. Sin embargo, debido a las intensas lluvias y la acumulación de nieve durante el invierno de ese 1959, la presa se vio sometida a una presión extrema, o al menos eso contaron los técnicos de la época. Finalmente, el 9 de enero, la presa cedió, liberando una enorme cantidad de agua que destruyó el pueblo de Ribadelago.
De aquel desastre resultó la pérdida de vidas humanas y la destrucción de viviendas y propiedades. Se estima que alrededor de 144 personas murieron en el desastre, y gran parte del pueblo quedó sumergido bajo el agua y el lodo. Este evento trágico tuvo un impacto significativo en la conciencia pública y llevó a una mayor conciencia sobre la seguridad de las infraestructuras hidroeléctricas y la importancia de la gestión adecuada de las presas, pero costó un verdadero capital humano. Ahora siguen en el olvido, los miles de habitantes de la zona que cada año son menos, se enfrentan a una sanidad pública con todas las carencias del mundo, a unas soluciones en cuanto a las coberturas e infraestructuras que siguen dejando mucho que desear, y viendo como los servicios públicos cada día son menos y más difíciles de alcanzar. Sanabria vuelve a pedir comprensión y ayuda 65 años después, el ser humano sigue en sus trece, rememorando tragedias y no poniendo soluciones palpables.
De sanabrés a sanabrés, ya no le quites más puesto que en algún momento no habrá más que dar.