El invierno ha vuelto a escribir su nombre con letras de escarcha y Zamora, una vez más, aparece subrayada en el mapa de las provincias más frías de España.
Mientras los termómetros se desplomaban hasta los –11,7 grados en Prado Veneiro, en Babia (León), y se encadenaban registros extremos en enclaves de alta montaña como Collado Jermoso, La Cueta o Maraña, Zamora volvía a asomarse a ese selecto —y gélido— listado con dos nombres propios: Villanueva de Valrojo y Otero de Bodas.
En la primera, el mercurio cayó hasta los –9,2 grados, una temperatura que sitúa a esta localidad de la Alta Sanabria a la altura de los grandes polos del frío del noroeste peninsular. No muy lejos, Otero de Bodas marcó –8,1 grados, confirmando que la provincia no necesita cumbres alpinas para competir en el ranking del hielo.
La escena se repite con la precisión de un ritual invernal: cielos despejados y un suelo que irradia durante la noche todo el calor acumulado durante el día. Es entonces cuando Zamora, especialmente en sus zonas más elevadas y despobladas, muestra su rostro más extremo, ese que la emparenta con Babia, la Montaña Leonesa o los valles altos asturianos.
No se trata de un hecho excepcional, sino de una confirmación. Zamora vuelve a situarse entre las provincias más frías cuando se producen episodios de heladas intensas, con registros que la colocan de forma recurrente entre las primeras posiciones a nivel nacional.
