Este 8 de diciembre, España vuelve a detenerse por la fiesta de la Inmaculada Concepción, una de las celebraciones religiosas más arraigadas en el país y declarada festivo nacional. La jornada se enmarca dentro del tradicional puente de la Constitución e Inmaculada, que cada año combina con naturalidad dos realidades: una fiesta civil y otra estrictamente religiosa.
Pese a que la Constitución define a España como un Estado aconfesional, el calendario laboral sigue integrado por múltiples celebraciones vinculadas a figuras cristianas, santos, vírgenes y patronazgos históricos, que mantienen su presencia por tradición, cultura e identidad colectiva. El caso del 8 de diciembre es especialmente significativo, al tratarse de una creencia fundamental dentro de la Iglesia Católica, arraigada desde hace siglos en la sociedad española.
La fiesta de la Inmaculada Concepción, declarada dogma por la Iglesia en 1854, conserva además un fuerte vínculo con instituciones históricas y militares, como la Infantería del Ejército español, que desde el siglo XVI la tiene como patrona.
A pesar de la aparente contradicción entre aconfesionalidad y calendario religioso, lo cierto es que la festividad se mantiene como uno de los días más estables del calendario español. Su celebración, unida al 6 de diciembre, genera uno de los puentes más esperados del año y continúa mostrando cómo la tradición cultural y la práctica civil siguen conviviendo con naturalidad en un país oficialmente no confesional… pero profundamente marcado por su herencia histórica.