Flamenco junto a la piedra

photo_camera Antonio Cortés Chiquetete, anoche en Zamora (Fotos: Fernando Alejo/Quatrofotografía)

La Plaza de la Catedral acoge el Festival de San Pedro, con el Zambo, Chiquetete, El Cabrero y Regina de Huelva.

En la Plaza de la Catedral, junto al románico y la piedra, cerca del río. Así la noche, visperas de San Pedro, anoche mismo, desde el ocaso hasta bien entrada la madrugada. Zamora celebraba la XLIV edición de su Festival de Cante Flamenco, uno de los más antiguos de cuantos existen, y lo hacía con un cartel que no defraudó a los aficionados, a pesar del relente de la madrugada que se clavaba en las carnes como un cuchillo.

Luis el Zambo abrió el festivalEran las diez de la noche y abría el festival, organizado por la Peña Flamenca Amigos del Cante, la esencia gitana de Luis el Zambo, cantaor de dinastía, corazón del barrio de Santiago, el más flamenco, el más torero, el más gitano de Jerez. Voz ancestral, la llamada de la tierra, bulería, seguiriya y soleá, compás flamenco desde la cuna; y Chiquetete, el puro, el ortodoxo, el de poso y solera con sello trianero en una primera parte que sirvió para calentar al público en una noche que se aventuraba fría a pesar de junio.

Después una pausa, tiempo de vino y de viandas, de reencuentros y de brindis. Y ya después, los cantes de anarquía y libertad, la personalidad arrolladora de El Cabrero, que brilló con luz propia en la noche de estrellas junto a la cúpula; la voz del pueblo, el silencio de la toná tan por el aire. Bulerías, Luz de Luna; "en los pechos de los montes me amamanto, en las cornisas de los riscos me sostengo". La liturgia.

El Cabrero brilló con luz propiaPañuelo rojo al cuello, como la sangre, como la vida; el ronco tambor de la luna, una espiga de tierra que a la tierra vuelve. Y el silencio profundo de quienes escuchaban con el alma. La magia, el poso de un genio, oro en la garganta, cabrero en los montes que no reniega del oficio pastoril pese a ser una de las figuras imprescindibles en cualquier festival que se precie.

Y así, con la emoción a flor de piel y el frío calando hasta los huesos, vino como un prodigio la voz portentosa de Regina de Huelva con la guitarra de Paco Cortés, agua cristalina, fandango, granaína, la magia y el misterio. Profunda, con solera, con ecos antiguos y mirada al futuro, tan limpia, apuntando a lo alto mientras el reloj avanzaba hacia las tres de la madrugada para un fin de fiesta con Alba Luna y su grupo. Alegría para vencer el sueño, víspera de fiesta grande.

Al toque, Rubichi, Fran Cortés, Gastor de Paco, Antonio del Gastor y Paco Cortés, alma y compás, haciendo de seis cuerdas un universo, rasgando, acariciando, rompiendo la noche en acordes.

Y después el silencio, la noche sobre la Plaza de la Catedral, la ciudad que duerme. Una ciudad con eco flamenco que cada año, cuando llega San Pedro, se perpetúa con el cielo por techo, junto a la piedra.

El Zambo, esencia gitanaNoche de flamenco junto a la piedraAntonio Cortés, el sello de Triana

 

 

 

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