Zamora volvió a mirar hacia el Duero con respeto y complicidad, acogiendo con los brazos abiertos a dos jóvenes promesas de la guitarra portuguesa: Mafalda Lemos y Gonçalo Rodrigues.
El silencio respetuoso del público solo fue roto por los acordes vibrantes de un dúo instrumental que rindió homenaje a uno de los grandes genios musicales de Portugal: Carlos Paredes, “el hombre de los mil dedos”. Un viaje sonoro que evocó saudade, historia y belleza a través de las cuerdas de un instrumento que en Portugal no solo suena, sino que respira.
La presentación, a cargo del secretario general de la Fundación, José Luis González Prada, sirvió como prólogo a una noche que reivindicó la guitarra portuguesa como protagonista absoluta. Este no fue un concierto cualquiera, sino una declaración de intenciones: celebrar el legado de Paredes y su familia —Artur y Gonçalo, también guitarristas ilustres— como impulsores de un instrumento que dejó de ser mero acompañamiento para convertirse en voz principal.
Mafalda y Gonçalo, ambos nacidos en 2002, son dos músicos de formación exquisita y profunda sensibilidad artística. Ella, natural de Oporto, comenzó a tocar la guitarra portuguesa con solo nueve años y ha pasado por escenarios como la Casa da Música o el Coliseu. Él, originario de Leiría, comparte con ella no solo edad y talento, sino una visión contemporánea de un arte profundamente enraizado en la tradición.
El repertorio recorrió obras de Carlos y Artur Paredes, Pedro Caldeira Cabral y Octavio Sérgio, en una secuencia de piezas que transportaron al público zamorano por los paisajes melancólicos y llenos de luz del fado de Coimbra. Sin necesidad de letra ni voz, las guitarras hablaron, lloraron y cantaron. Y Zamora escuchó.
El Festival de Fados no es un evento más en el calendario estival de la ciudad; es un puente tendido entre orillas, un diálogo entre culturas hermanas. En este rincón de Castilla y León, el fado encuentra una segunda casa, y Zamora lo abraza como propio. Porque aquí también sabemos de nostalgias, de raíces y de silencios que suenan más que mil palabras.
La velada fue solo el inicio de una edición que promete seguir regalando momentos únicos. Y mientras los últimos acordes se desvanecían entre los muros del Convento de San Francisco, muchos asistentes salieron con una certeza: la guitarra portuguesa, esa que Carlos Paredes elevó a arte mayor, sigue viva… y también suena en Zamora.