Vivo en la calle Ángel Bariego
Vivo en la calle Ángel Bariego desde mi infancia. En la calle de los hombres buenos, de los hombres justos, de los hombres solidarios y trabajadores. Vivo en la calle de su sonrisa, en las puertas de su casa abiertas, en la alegría de febrero, la Resurrección luminosa en el patio de casa y en el amor eterno de Leo, que siempre está a su lado, que siempre supo descifrarlo entero, sin fisuras, tan coherente y consecuente.
Vivo en la calle Ángel Bariego desde niña, en la calle de la libertad y de la lucha, en la calle de la igualdad social y el pan para todos, en la calle de la palabra precisa y la reivindicación por el bien de todos, para todos.
Vivo en la calle Ángel Bariego y aunque Ángel ahora viva más cerca del sueño que de la tierra descifra perfectamente el cariño de los ojos que le miran, desgrana la palabra, la gratitud, el calor de las manos que estrechan sus manos, siempre tan abiertas, tan generosas, tan repartiendo entre los que no tienen.
José Luis Gómez solicitaba ayer al Ayuntamiento una calle para Ángel Bariego, el ángel de la guarda de tantos zamoranos que tuvieron a través de la suya voz y palabra, el ángel de la rosa roja sin postureo. Y yo, que vivo en la calle Ángel Bariego, suscribo y hago mía la petición, el homenaje en vida para que pueda recoger quien tanto ha sembrado, aquel cuya mano izquierda desconocía lo que hacía la derecha, que cavó con sus manos los cimientos de La Josa y puso las primeras piedras en el maravilloso movimiento vecinal de San José Obrero.
Desde el cariño, la admiración y el respeto; desde la certeza de que Zamora habita en Ángel como Ángel habita en Zamora, escribo en el nombre de quien tantas páginas ha escrito y pido para quien nada ha pedido para sí que esta ciudad tan cainíta tenga memoria y gratitud hacia quien tanto la ha querido. Somos muchos los que vivimos en esa calle luminosa, en esa lección permanente de vida que se llama Ángel Bariego y que traza los caminos del corazón y de la memoria.
Abramos puertas y ventanas a la calle Ángel Bariego, esa calle ancha y limpia donde muchos jugamos y crecimos como modelo de vida, esta calle donde vivo desde niña.
(La foto se la he robado a Leo, que habita en su corazón, la mano siempre en su mano; que es su mitad y su reposo. Dice tanto, es tan bonita, que espero que me perdone no haberle pedido permiso).