"La igualdad no es una "a" en vez de una "o", ni es vestir de falda a un semáforo, ni exigir unas cuotas de paridad que vienen a ser una discrminación positiva"
Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, una celebración que debiera ser todos los días del año si sirve para recordarnos que en muchos países la mujer padece una situación en la que se atentan flagrantemente contra los derechos humanos, su dignidad y su libertad. Que en nuestra España aún muchas mujeres viven bajo la ley del terror o sufren diferencias salariales y tratos vejatorios por su condición.
Superado ya el "apellido" de Mujer Trabajadora (se supone que los trabajadores, hombres y mujeres, tenemos una fecha, el 1 de mayo, para celebrar conjuntamente nuestros derechos o para reivindicarlos), cada 8 de marzo sirve para reconocer el largo camino y la lucha de tantas mujeres para defender nuestra condición y nuestro derecho a serlo, nuestra independencia, nuestra madurez, nuestra capacidad y nuestras ganas, que mueven el mundo.
Quizá por eso, por respeto a todas aquellas que dieron su vida y emplearon todas sus fuerzas en lograr para las que llegamos después grandes avances en la igualdad en el trabajo, el derecho al sufragio, el derecho a ser y sabernos mujeres, me parece una solemne gilipollez (y me van a perdonar la expresión) que el Ayuntamiento de Valencia ayer estrenase semáforos con faldas en desagravio a los "semáforos machistas" que solo tenían pantalones. Tan gilipollesco como hablar de miembros y miembras, ciudadanos y ciudadanas o periodistos y periodistas (ya puestos), si el género neutro, por ser mayoritariamente 'masculino' nos produce algún tipo de complejo asentado por un feminismo-feminazi trasnochado que no me representa como mujer y reduce a lo anecdótico el tremendo drama que viven aún miles, millones de mujeres en el mundo.
Mujeres de las guerras, de los velos y los burkas, del exilio, de las mutilaciones genitales, de las palizas y el terrorismo doméstico; mujeres amordazadas, casadas a la fuerza, captadas como esclavas sexuales o como simple tráfico de carne. Esas mujeres que nos recuerdan cada día que, aunque mucho se ha avanzado en el último siglo, la realidad aun dista mucho de esa igualdad en la que debería sustentarse cualquier sociedad. Cuéntenle a esas mujeres que sus problemas se acaban por poner muñequitas en un semáforo o por repetir el os/as como posesos y posesas.
La igualdad no es una "a" en vez de una "o", ni es vestir de falda a un semáforo, ni exigir unas cuotas de paridad que vienen a ser más una discriminación en grado positivo que tampoco quiero, porque como mujer no me parece ni razonable ni justa. Las mujeres no somos números ni tantos por ciento y, en pos de esa igualdad real, que accedan a los puestos de responsabilidad los mejores preparados, sean hombres o mujeres, vistan falda o pantalón.
En pos de esa igualdad reconozcamos el valor y los derechos de todas esas mujeres que han ejercido de madres y amas de casa -unas fruto de una sociedad aún machista, otras por libre decisión-, que han sido cocineras, enfermeras, economistas, maestras y psicólogas con sus hijos o que tuvieron que renunciar a sus acensos profesionales para conciliar la vida familiar. Reconozcamos desde la igualdad nuestras diferencias, eduquemos en el colegio y en casa a los niños en el respeto a los demás, en el amor a los hombres y a las mujeres, en la tolerancia, en la dignidad, en la bondad.
Soy mujer. Nací mujer, me siento mujer y estoy orgullosa de serlo. No necesito demostrar nada, no quiero ser un hombre porque la igualdad (como yo la entiendo) pasa por reconocernos tan distintos y tan complementarios, tan necesarios los unos y los otros, libres y fuertes, como piezas de un engranaje que encaja a la perfección.
Somos mujeres, somos el espíritu femenino que mueve el mundo. Somos la vida, la poesía, la palabra, el amor. Hoy es día de recordar a las valientes, a las pioneras que nos sentaron en la universidad, en los despachos, en los estudios de arquitectura, modelando el barro, dirigiendo empresas, gobernando países, introduciendo el voto en las urnas, dándonos voz, participación y presencia.
Hoy es el día de recordar que cada día es 8 de marzo, que queda mucho por hacer pero que es mucho también el camino recorrido, siempre mirando hacia adelante. Que somos, nos sabemos y nos reivindicamos mujeres; ni delante ni detrás, siempre al lado de los hombres que han sabido darnos nuestro sitio.
Feliz Día de la Mujer para ellos y para ellas, cimientos de la auténtica igualdad, escuela y ejemplo de vida.