"Soledad en una ciudad que se muere desangrada en su demografía; en una pequeña ciudad del oeste cada vez más mermada y envejecida, sin industria, sin inyecciones económicas, sin prebendas políticas ni bendiciones".
Faltan apenas unas horas para ver asomar tu rostro, para que Zamora entera se eche a las calles y seas solo tú la Soledad en la ciudad de las soledades. Me enseñaron desde niña a quererte como te quieren las miles de niñas que visten su primer luto en la tarde del Sábado Santo, que no conocen el peso, el dolor del luto que algún día la vida les pondrá en el corazón. Entonces se sentirán más hijas tuyas, más cercas de Ti. Entonces deletrearán tu nombre mascando en silencio su significado.
Faltan apenas unas horas y la iglesia de San Juan ya nos llama a sus puertas. Hoy todas somos contigo, en Ti. Vida, Dulzura, Soledad nuestra. Nosotras acudiremos a tu llamada, mujeres, niñas, madres, abuelas. Todas. Unas a tu lado, otras en las aceras, en los balcones, en los miradores. Y también las que están lejos, las que están en un hospital, las que hoy no pueden contemplarte cerca pero cierran los ojos y ven tus ojos también cerrados, y te besan con el pensamiento y te rezan como tantas veces te habrán rezado en San Juan. Las que ponen en ti sus ojos y te acarician con la mirada. Las que están trabajando para que su pequeño mundo siga funcionando; las que están trayendo la vida en un paritorio; las que recorren el tramo final y tienen tu imagen sobre la almohada.
Las que ponen sus manos en tus manos, donde cabe el mundo. Las que nos sentimos menos solas porque Tú nos contemplas, nos conoces, nos llamas por nuestro nombre. Y nosotras te llamamos a Ti, Soledad, en voz baja, desde la ternura, desde la solidaridad de sentirnos a veces tan solas, tan con las manos vacías. Y te vemos, y te entendemos en tu soledad sin aderezos.
Soledad. Soledad en una ciudad que se muere desangrada en su demografía; en una pequeña ciudad del oeste cada vez más mermada y envejecida, sin industria, sin inyecciones económicas, sin prebendas políticas ni bendiciones. Una ciudad que hoy te acompañará y pondrá de nuevo entre tus pequeñas manos todo su amor, todo su silencio, todas sus esperanzas, toda esa devoción transmitida por la sangre, generación tras generación, que no necesita templos, ni oraciones, ni reglas. Una ciudad que te quiere porque sí; que te quiere sin más, desde dentro, desde lo profundo, porque te sabe, te siente suya, impulsando cada día.
Faltan apenas unas horas. Zamora esta tarde hablará sin palabras, llenará de gente sus calles para verte, se convertirá por el milagro de tu presencia en la ciudad de los reencuentros, de la compañía. Todos han venido para verte. Hoy será verdad el milagro de una ciudad que vive para conmemorar la muerte y muere cuando llega la Resurrección y quedan sus calles vacías, su cielo limpio, y regresa el silencio a sus calles.
Faltan apenas unas horas y la ciudad ya te espera con su corazón apostado en puertas y balcones para acompañarte en tu Soledad antes de que las campanas de la media noche anuncien la esperanza, la vida, la alegría. Es paradójico, pero mañana Zamora regresará en verdad a su soledad mientras hoy es un hervidero de gentes que morimos, que suspiramos verte.
Zamora hoy vive, hoy late, hoy se abandona en tus manos. Mañana, cuando todo acabe, regresará el sueño, la lucha de cada día. Regresará la paz, el sosiego, escucharemos el eco de nuestros pasos por las calles vacías, echaremos de menos a los que tienen que marcharse a sudarse el pan lejos. Y Tú eres ellos, eres nosotros.
Tú, tan perfecta y bella, milagro de la fe y del amor, corazón, alma, vida. Tú, Soledad sobre todas las cosas.
Zamora, tu ciudad de soledades, ya te espera. Soledad.
Galería de imágenes (Fotos: Marcos Vicente y Francisco Colmenero)