El verano de 2025 ha vuelto a dejarnos claro que Zamora no se quema del todo, pero se consume poco a poco. Y lo hace entre el fuego real, el simbólico y el de artificio. Porque si algo caracteriza a esta tierra es esa extraña habilidad para arder solo cuando conviene.
Mientras las llamas volvían a devorar los montes de Aliste, Sanabria y Carballeda, recordándonos que el negro sigue siendo el color natural de nuestras montañas desde aquel fatídico 2022, los cohetes iluminaban el cielo urbano en honor a la Virgen. Qué ironía: la provincia arde, pero la fiesta no se toca.
Zamora lloraba por dentro y brindaba por fuera. El fuego se apaga, pero la indiferencia sigue encendida.
🔥 De causas perdidas y solidaridades selectivas
En agosto, la solidaridad volvió a ser tan volátil como la pólvora de las fiestas. A falta de agua en los embalses que hay y mucha aunque a Ricobayo ya se le ven las calvas, sobraron lágrimas por causas lejanas: manifestaciones pro Palestina, recaudaciones para la DANA en otra punta del país o solidaridad con la guerra de Ucrania… y, sin embargo, ni una pancarta por los pueblos que se nos siguen quemando, bueno una manifestación concentración a la que le faltaron autobuses y alcaldes.
Los que protestan por lo nuestro son, otra vez, los de siempre: los vecinos de Sayago, Tábara, Aliste, los que aún creen que pedir sanidad pública digna no es un lujo, sino un derecho. Y pobres de los sanabreses y carballeses....
Y ahí siguen, con sus pancartas desgastadas y su paciencia eterna, mientras el resto mira para otro lado. Y el Ave ...ya se nos olvidó, y la 122 también y tantos y tantos proyectos inconclusos.
Porque aquí la solidaridad es selectiva, el compromiso estacional y la conciencia, intermitente.
💰 La Zamora de escaparate
Y, por si fuera poco, llegó el turno de las fotos y los titulares bien encuadrados. Las Edades del Hombre, la Reina Emérita, los “salvadores” oficiales del incendio, los políticos en procesión y Monseñor paseando por los dominios de la diócesis cual embajador de la “marca Zamora”, que contrariedad.
Y claro, cuando hay focos y cámaras, ya no arde nada, todo es armonía y orgullo provincial ah y por supuesto coordinación entre instituciones. Sabemos ya cuantas hectáreas se han quemado, si y pasará como en la pandemia fallarán los datos y las soluciones, se traficará con los datos como de costumbre.
Da igual que las montañas sigan negras, que los consultorios cierren o que la juventud se marche. Si vienen la Reina y las Edades, ya tenemos milagro institucional.
Lo que no se ve es que entre el Ayuntamiento, la Junta y la Diputación hemos puesto casi millón y medio de euros para vestir de gala una provincia que por dentro sigue desangrándose.
Eso sí, que no falte la sonrisa para el telediario ni el paseíllo clerical: la Santa Madre Iglesia siempre agradece las buenas obras… especialmente cuando están bien subvencionadas.
🕯️ Monseñor, políticos y milagros de temporada
Poco o nada se le vio a Monseñor en los incendios, ni en los pueblos quemados, ni en los entierros rurales de quienes sostienen con fe lo poco que queda. Pero ahí lo tenemos ahora, bendiciendo escaparates y cortando cintas.
Pastor, dicen algunos, aunque no haya pisado toda su diócesis. Eso sí, el rebaño mediático lo tiene controlado: entre cámaras, autoridades y devotos de protocolo.
Y los políticos, por supuesto, aprovechando la procesión para colarse en la foto. Porque aquí, como en la política nacional, la estrategia es clara: distraer, anunciar y olvidar.
Si algo se tuerce, ya se inventará otro titular, otro acto, otro escudo cultural.
Estilo Pedro Sánchez, pero con sotana, megafonía y cinta inaugural.
La Zamora que se resigna
Lo realmente preocupante es que ya no nos sorprende nada. Hemos normalizado la desidia, la mentira y la foto fácil.
Nos quejamos un rato, compartimos el meme de turno y volvemos al chiringuito.
Zamora sigue sola, solita, como decía la canción. Pero no por falta de oportunidades, sino por exceso de conformismo.
Entre el humo del pasado y el incienso del presente, esta tierra se apaga, lenta pero segura, mientras los de siempre —políticos, obispos y figurantes de plató— siguen jugando a tapar la calle, no sea que alguien vea lo que pasa en casa.
🚨 Y así, un año más... no pasa nada
Porque esa es la verdadera tragedia zamorana: que aquí no pasa nada.
Ni con el fuego, ni con la sanidad, ni con el campo, ni con la despoblación. Solo pasa el tiempo, las fotos, las visitas y los discursos.
Hasta las brasas se enfrían antes de que despertemos.
Y mientras tanto, Zamora sigue ardiendo en silencio, esperando que alguien, algún día, se atreva a apagar de verdad lo que la quema: la indiferencia.
Pero no pasará nada, llegará la Reina, cambiará la hora, lloverá y la Zamora de siempre seguirá agonizando.