Una apisonadora sobre la voluntad popular

Un momento de la demolición de la capilla del Hospital Provincial

"El derribo de la capilla del Hospital Provincial pasa por encima de la voluntad del pueblo, nunca el 'efecto rodillo' fue tan visible, tan palpable. Triste lección aprendida a golpe de excavadora".

La situación era paradójica: asociaciones vecinales, cívicas y todos los partidos de la izquierda unidos para mantener en pie un edificio religioso cuyo derribo estaba decidido en la hoja de ruta del PP. La capilla del Hospital Provincial, edificio singular de la arquitectura religiosa de los Años 60, aunó las voluntades y se convirtió en el epicentro de un movimiento vecinal que ha aportado miles de firmas para evitar su demolición y convertirlo en un centro cívico para el barrio de Los Bloques.

Cierto es que el edificio, proyectado por los arquitectos Dacio Pinilla, Antonio Viloria y Julián Gutiérrez, no gozaba de ningún tipo de protección por una serie de incomprensibles errores e insensibilidades burocráticas.

Así, mientras en su día Patrimonio recomendaba preservarlo, el Sacyl desoía el consejo y apostaba por su demolición. Cada uno a lo suyo. Igual de incomprensible ha sido que el Ayuntamiento no incluyese el inmueble en su catálogo de edificios protegidos, pese a la recomendación que en su día hizo la Junta a la hora de redactar el PGOU, que sí logró la protección del edificio del Banco de España, y la petición ciudadana de los últimos meses.

Cierto es que en su día no hubo alegaciones. Y dicho esto la pregunta es obvia: ¿y qué?. ¿Qué mayor alegación necesitaban que la voluntad de miles de zamoranos que se han unido para pedir que el edificio se mantuviese en pie?.

No hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que aquel que no quiere escuchar. Y ante el clamor popular, la Junta ha optado por ponerse las orejeras y meter a saco las excavadoras para borrar de un plumazo parte de la historia de la ciudad en un ejercicio de prepotencia sin parangón.

Ocho plazas de aparcamiento, ocho, tienen la culpa. Ocho plazas de aparcamientos, ocho, frente a los usos innumerables que los vecinos deseaban dar a un centro cívico a coste cero para el barrio. Arquitectos, historiadores, artistas, vecinos...los zamoranos se han unido en los últimos meses en una petición unánime: salvar la capilla del Hospital Provincial y convertirla en un centro socio-cultural.

Pero el derribo de la capilla del Hospital Provincial va más allá de una simple demolición. El derribo de la capilla del Hospital Provincial, perpetrado con nocturnidad a plena luz del día, de esta mañana soleada de junio, y la alevosía propia de los prepotentes contra la voluntad del pueblo, ilustra como pocos episodios ese "efecto apisonadora" para acallar la voz de los de a pie.

No ha sido un derribo más, no. Cuando esta mañana entraban las máquinas excavadoras a mazazo limpio contra esos muros de ladrillo donde tantos enfermos rezaron, donde tantas promesas quedaron cumplidas y tantas pendientes, la Junta perpetraba un acto contra la voluntad popular de la ciudadanía que se unió sin consignas y sin banderas, con el sentido común por delante y el respeto a la memoria de los arquitectos que un día la pusieron en pie.

Ya no iba a ser la casa de Dios, pero sí la del pueblo, de los niños, de los mayores, de los jóvenes. La casa de todos los vecinos de Los Bloques. La de todos los zamoranos, miles, que rubricaron con su firma la petición de evitar el derribo.

No ha sido un derribo, no. El efecto apisonadora ha pisoteado anhelos y voluntades de los zamoranos sin el menor miramiento. Ocho plazas de aparcamiento, ocho, tienen la culpa. Y la tremenda prepotencia de quienes no han dedicado un solo minuto a estudiar la propuesta, meditarla y dar marcha atrás si hubiera sido preciso. Que eso, a fin de cuentas, es gobernar.

El derribo de la capilla del Hospital Provincial pasa por encima de la voluntad del pueblo. Nunca el efecto rodillo fue tan gráfico, tan visible y tan palpable.

Zamora hoy es mucho más pobre. Triste lección aprendida a golpe de excavadora.