“No me apaño hablando por teléfono con el médico”: las consultas no presenciales superan ya el 40 % en la Atención Primaria de Zamora
Los pacientes más jóvenes valoran la rapidez de este modelo asistencial para determinados trámites, pero en el medio rural, los usuarios se topan con muchas dificultades para ser atendidos vía telefónica
Desde 2020, la consulta telefónica se ha convertido en un pilar de la Atención Primaria en Zamora y en el resto de Castilla y León. Aunque nació como medida de urgencia durante la pandemia, actualmente sigue siendo una herramienta habitual en los centros de salud. Su eficacia divide opiniones: mientras parte de la población valora la rapidez y la comodidad, muchos pacientes —personas mayores y residentes en el medio rural— denuncian dificultades de acceso, problemas de comunicación y de audición, y una pérdida de cercanía con el médico de familia. “Que no, que yo me apaño hablando con el médico por el teléfono”, protesta un jubilado de 81 años frente al consultorio médico de Castro de Alcañices.
El debate está abierto y las cifras “cantan”. En el primer trimestre de 2025, los médicos de Atención Primaria en Castilla y León atendieron presencialmente a apenas el 27 % de los pacientes, el resto, casi tres millones de consultas, se realizaron por teléfono, según datos del Observatorio de Salud de Castilla y León. Las enfermeras también utilizan la vía no presencial: cerca de dos millones de citas, hasta el 43%, fueron telefónicas.
La situación en Zamora es particular: se trata de una de las provincias con mayor dispersión rural de España y con una de las poblaciones más envejecidas, y las cifras se reducen: la atención presencial se acerca al 60% y un 40% de pacientes “levantan” el teléfono para hablar con los sanitarios, según datos estimados, a falta de cifras oficiales en lo que va de año. En muchos pueblos, la consulta telefónica evita desplazamientos largos hasta el centro de salud, pero también genera frustración entre personas más mayores, con problemas de audición y dificultad para manejar las nuevas tecnologías. Aún así, la fórmula ha ganado terreno, sobre todo cuando se trata de renovar medicación, gestionar recetas o preguntar dudas, trámites que se pueden solucionar en “segundos” por teléfono.
El COVID ha marcado un antes y un después. En el año 2019, el 96% de las consultas, tanto médicas como en enfermería de Atención Primaria fueron presenciales, pero ya en 2020, en plena pandemia, el número cayó al 60%, evidentemente por las restricciones de movilidad y de contacto social.
Desde entonces, las cifras se disparan y el teléfono es ya el “mejor aliado” de algunos pacientes, al menos de los más jóvenes, que valoran positivamente la rapidez de la atención telefónica. En el medio rural, el tono es muy diferente. “Yo necesito que el médico me vea”, coinciden la mayoría de los usuarios que residen en pequeños pueblos.
Este método de atención también es cuestionado por algunos profesionales de la Sanidad. Los médicos de familia advierten desde hace tiempo que la llamada telefónica tiene ventajas claras —como reducir tiempos de espera o facilitar la atención de trámites sencillos—,pero subrayan que “no todo se puede resolver sin ver al paciente”.
Los sindicatos sanitarios, como CESM y CSIF, también han alertado de que este modelo asistencial no reduce la carga de trabajo, sino que a menudo la multiplica, al obligar a lo s facultativos a atender llamadas y revisar historiales con la misma minuciosidad que en una consulta presencial, pero sin el contacto directo.
En un territorio marcado por el envejecimiento y la despoblación, como el caso de Zamora, el dilema es mayor: ¿es la consulta telefónica un aliado para el futuro de la sanidad rural, o una nueva barrera que aleja aún más al paciente que reside en los pueblos de su médico?