Zamora ya ensaya la llegada de una Semana Santa que avanza en su cuenta atrás. Apenas cinco días para que el Nazareno vuelva a cruzar el Duero hacia la Catedral, las terrazas ya dan buena cuenta de lo que esperan sea la antelada de una campaña inmejorable para el turismo y el sector hostelero.
Encontrar una mesa vacía era misión complicada en la mañana de un sábado en el que el sonido de los tambores con los traslados de los pasos procesionales se mezclaban con el ir y venir de los zamoranos, fascinados por sentir la inminente llegada de sus días grandes. Zamora vive y siente su Semana Santa en las calles, junto a la nave provisional instalada en la plaza de Claudio Moyano, al sol de los asientos de Viriato o entre refrescos en una de las terrazas disponibles en la Plaza Mayor.
Un gentío en el que no han faltado las colas para comprar en las tiendas de productos artesanos, donde las aceitadas y las almendras garrapiñadas se convierten en los dulces más deseados.
Un ambiente inmejorable para una ciudad que vuelve a revivir al compás de los redobles, del caminar acompasado de los cargadores y de las imágenes que ven la luz para disponer toda la logística de cara a una nueva Semana Santa sin la referencia del Museo ni el paso por el Puente de Piedra pero, igualmente inolvidable.
