Medio milenio de entrega a una Vera Cruz que cumple 500 años de historia

Recogimiento en Tagarabuena con el Cristo de la Vera Cruz. Imagen de archivo

Fue en el año 1524 cuando los primeros pasos de esta hermandad quedaron plasmados en estatutos, escritos con meticulosidad en pergamino y custodiados con esmero a lo largo de los años

La procesión del Jueves Santo, con la cruz titular flanqueada por niños cantando la 'remembranza', era el punto culminante de la devoción cofrade

En las entrañas del barrio de Tagarabuena, en la ciudad de Toro, se teje un relato de fe que perdura a lo largo de cinco siglos. La cofradía de la Vera Cruz, cuyo origen se remonta a los albores del siglo XVI, se erige como un testigo vivo de la devoción y la tradición. Fue en el año 1524 cuando los primeros pasos de esta hermandad quedaron plasmados en estatutos, escritos con meticulosidad en pergamino y custodiados con esmero a lo largo de los años. 

Inspirada por la cofradía preexistente de Toro, la Vera Cruz de Tagarabuena encontró en su vecina una fuente de influencia y aprendizaje. La devoción y la solemnidad de las procesiones, en las que los niños flanqueaban la cruz desnuda con cirios en las manos, resonaban en las calles estrechas y empedradas de ambos lugares.

Con el transcurso de los años, la hermandad experimentó transformaciones que reflejaban la evolución de la fe y las expresiones religiosas. La modestia y la devoción profundamente arraigadas en el corazón de Tagarabuena se fusionaron con los elementos barrocos, dando lugar a procesiones cargadas de solemnidad y respeto.

La procesión del Jueves Santo, con la cruz titular flanqueada por niños cantando la 'remembranza', era el punto culminante de la devoción cofrade. Los cofrades, con los rostros ocultos tras capirotes y las espaldas expuestas para recibir la disciplina, marchaban con fervor y humildad, rindiendo homenaje a la pasión de Cristo. A pesar de los desafíos y las adversidades a lo largo de los siglos, la Vera Cruz de Toro ha perdurado, manteniendo viva la llama de la fe. Sus festividades a lo largo del año, impregnadas de solemnidad y devoción, son testimonio de una tradición que traspasa generaciones.