La localidad, ya evacuada por precaución, ha visto llegar también las llamas, y la prioridad de los equipos es clara: primero, salvaguardar la vida de las personas; después, proteger casas, naves y cualquier infraestructura que aún pueda salvarse.
Mientras la provincia entera parece envuelta en humo, los efectivos trabajan sin descanso en dos frentes especialmente críticos: el voraz incendio de Puercas de Aliste y el de Molezuelas de la Carballeda. La coordinación entre la Junta, la Diputación y los ayuntamientos se ha reforzado, pero la magnitud de las llamas y la velocidad a la que avanzan hacen que cada minuto cuente.
Los bomberos de la ciudad de Zamora han sumado su fuerza a la defensa de Abejera, donde el viento, con rachas de hasta 35 kilómetros por hora, complica cualquier labor de extinción. Su presencia, unida a la de cuadrillas forestales, la UME, BRIF y voluntarios, es vital para frenar el avance del fuego hacia el núcleo urbano.
La respuesta de los cuerpos de emergencia ha ido más allá de los turnos oficiales. Muchos bomberos de toda la provincia se han presentado voluntarios para reforzar un dispositivo que no da tregua. “En estos casos no hay horarios, solo la necesidad de estar donde se nos necesita”, coinciden.
El impacto humano del desastre ya es palpable: varios heridos por quemaduras y por inhalación de humo han sido atendidos en centros de salud y en el Hospital Virgen de la Concha. Mientras tanto, decenas de vecinos desplazados tratan de sobrellevar la incertidumbre en albergues y pabellones habilitados de urgencia.
La provincia humea. Y aunque el sol se oculte, nadie confía en que la noche traiga descanso. Los vecinos y los equipos de extinción afrontan, una vez más, una madrugada de miedo, de llamas imprevisibles y de sirenas. En Abejera, como en tantos otros rincones de Zamora, los bomberos resisten en primera línea, defendiendo lo más importante: la vida.