La Virgen de la Esperanza ha regresado esta mañana a la Catedral después de despedir a su Hijo el Nazareno el pasado Martes Santo junto al Duero.
Bajo un cielo azul y un sol radiante, como siempre debería ser en Jueves Santo, a las diez y media de la mañana abandonaba la Virgen el convento de las Dueñas de Cabañales mientras el himno le dispensaba en la calle honores de Reina.
Las esquilas del Barandales y la Banda de Cornetas y Tambores avanzaban ya hacia el puente de piedra mientras miles de mujeres enlutadas y tocadas con la tradicional mantilla formaban en tres largas filas con velas encendidas en sus tulipas de cristal para alumbrar el paso de la Virgen por las calles. Sobre sus pechos, con cinta verde, lucía la medalla de la Virgen, tan cerca de su corazón.
La imagen, encumbrada en un lecho de flores blancas y rosas, preciosas, sembradas a sus pies por Flores Marta, salía a hombros de sus cargadores escoltada por los cofrades, cuyas capas de raso verde ondeaban sobre el río como banderas de esperanza en la mañana de la Esperanza, la del manto tachonado de Estrellas, lucero de la mañana del Jueves.
Ya enfilando hacia la cuesta de Balborraz, los acordes de La Saeta interpretados por la Banda Nacor Blanco ilustraban uno de los momentos más vibrantes de la mañana, cuando los cargadores han subido cadenciosamente, pasito a pasito, y donde se han concentrado miles de personas para presenciar el ascenso, como si la Virgen subiese casi en volandas por la pendiente que desemboca en la Plaza Mayor. Eran las nueve de la mañana, hora y media antes de que saliese la Virgen, y ya había gente apostada en ese tramo buscando la primera fila, la mejor visión. La fe, o la paciencia, mueven montañas.
Y ahí sí. Ahí ha brillado con luz propia la escuela y la estela de Lili Pedrero, jefe de paso antes que presidente, eterno cargador antes que jefe de paso, cuya directiva consolidó este momento suprimiendo la tradicional subida por Alfonso XII por el ascenso por Balborraz, logrando un momento sublime que añadir a los muchos que tiene la Semana Santa de Zamora.
Andando, sin una sola concesión. Contenida, elegante, majestuosa. Sudor y esfuerzo faldillas adentro de los cargadores para lograr en la calle uno de los instantes más bellos del Jueves Santo y más perseguidos por cámaras y fotógrafos. Atrás quedaba ya el Duero y por delante, las estrechas rúas que vierten a la Catedral.
La procesión se ha dirigido por la Plaza de Viriato y la Rúa de los Francos hacia la plaza de la Catedral, desbordada de gente, donde ha tenido lugar la interpretación de la Salve bajo un sol radiante.
Sol de Jueves Santo. Sol de Vida. Sol de Dulzura. Sol de Esperanza nuestra.
Fotos:Equipo realización y producción Zamora News
Marcos Vicente
Fco Colmenero
Rafael Lorenzo