Zamora rinde honores a Cristo Muerto

Foto: Marcos Vicente.

La Real Cofradía del Santo Entierro convierte las calles en un duelo oficial y completa el recorrido iconográfico por la Pasión de Cristo con solemnidad y elegancia.

La Real Cofradía del Santo Entierro ha convertido hoy las calles zamoranas en un duelo por Cristo Muerto. Luto y elegancia en las túnicas de terciopelo de una de las cofradías históricas de la ciudad que completa el recorrido iconográfico de la Pasión de Cristo y que supone el entierro oficial junto al Duero, cuando la ciudad muestra sus respetos al Hijo de Dios hecho hombre y muerto como hombre.

Tras el Sermón del Descendimiento, a las 16.30 horas arrancaba la procesión desde la Plaza de Santa María la Nueva, convertida en un hervidero de cofrades, público y cargadores, para presenciar y participar en el entierro oficial de Cristo en Zamora. Un reguero de terciopelo negro arropaba el paso por las calles de las imágenes y grupos escultóricos, escoltados por diferentes fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado y locales.

Abría el cortejo La Magdalena, este año con Javier Martín al frente tomando el relevo de Pepe Gato, acompañada por la Banda de Infantería de Marina, para después convertir a la ciudad en el escenario vivo de la Pasión: el impresionante Longinos, de Ramón Álvarez; los 'centuriones' bajo el paso de Mayoral; el Descendimiento con el pie de José de Arimatea en el aire; el Descendido, la obra primera de Benlliure, una joya que tenemos en Zamora en la que la Virgen entrelaza en sus dedos el pelo del Hijo muerto, el que guía Ángel por las calles como guía los primeros pasos de los niños con sus tambores.

El consuelo de Juan a María, de Flecha, ante la Cruz vacía; los cargadores moviendo la sábana de la Conducción al Sepulcro; el llanto sobre el Sepulcro en el camino del retorno donde porta Dacio Crespo el martillo de jefe de paso que antes fue de su padre, Antonio, el más zamorano, el más grande cirujano taurino que dio esta tierra; la Piedad de una madre con su hijo en brazos; la Urna, siempre elegante, siempre con Chopin, horizontal, sobria y contenida. Y la Virgen de los Clavos bajo palio con los acordes de la marcha que un joven cargador, Antonio Pedrero Rojo, compusiera en su centenario.

Melodías, pasos, grupos que han convertido a Zamora en un escenario a cielo abierto, bajo una temperatura primaveral, en su camino hacia la Catedral, haciendo resonar en las Rúa las marchas de siempre y las que se van incorporando al repertorio tradicional de la Pasión en Zamora.

Tras la representación oficial de instituciones civiles y religiosas y de la Junta pro Semana Santa, cerraba el cortejo el coro de voces graves San Alfonso, dirigido por Javier Escudero, que interpretó diversos motetes con su habitual buen gusto y afinación.

Ya en la seo, la Urna y la Virgen de los Clavos fueron introducidos en el templo mayor mientras el resto de los pasos permanecían en el atrio y plaza de la Catedral y sus aledaños se convertían en la gran reunión fraternal de cofrades, cargadores y familiares en torno a una mesa.

Una vez emprendido el camino de regreso, en el Ayuntamiento tenía lugar una recepción al cortejo oficial, como siempre se hizo, mostrando la hospitalidad de la ciudad con quienes nos visitan y con quienes desarrollan durante todo el año el trabajo callado que se vive en el seno de las cofradías.

Y bajo el manto de la noche, los pasos regresaban al Museo, hasta que el impresionante manto de la Virgen de los Clavos se perdió tras sus portones, cerrando así la solemnidad de una tarde de Viernes Santo en Zamora.

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