Silencio en el alma y gentío en las aceras

photo_camera El Cristo de las Injurias abandona la Catedral para salir en procesión (Fotos Rafa Lorenzo)

Miles de personas presencian desde las aceras el paso del Cristo de las Injurias mientras los cofrades guardan el silencio jurado ante la imagen durante todo el recorrido.

El sonido de violonchelo de Jaime Rapado daba paso esta tarde-noche a la ofrenda del silencio y al juramento de los hermanos con la rodilla hincada en la tierra. Con su presencia imponente el Santísimo Cristo de las Injurias recibe cada Miércoles Santo la promesa leal de una ciudad que guarda silencio a sus pies mientras la Plaza de la Catedral se convierte en una marea de terciopelo rojo. Silencio, porque Él lo llena todo.

El incienso de los pebeteros perfumaba la noche, la Bomba de la Catedral tocaba a solemnidad y a muerte y el sonido de los clarines rompía el silencio, que es el signo de la tarde del Miércoles Santo. Con la rodilla hincada en la tierra, miles de cofrades han jurado ante el requerimiento del Obispo de la Diócesis, después de que el director regional de la Cope, Luis Jaramillo, ofreciese el silencio de una ciudad que hoy late en los brazos del Cristo de las Injurias, el que abarca a Zamora entera desde su Cruz.

Su paso por unas calles repletas de gentío emociona y sobrecoge. Su humanidad, su portentosa anatomía lo convierten en la mejor talla de cuantas integran la iconografía de la Pasión zamorana. No hace falta jurar silencio; ante el Cristo de las Injurias sobran las palabras.

Sería imposible concebir una Pasión en Zamora sin su paso por las calles, sin miles de zamoranos y los turistas que ya llenan los hoteles en las aceras y los niños asomados a los balcones intentando tocarle las manos, esas manos enclavadas en la cruz que sostienen miles de voces, miles de almas.

La Real Cofradía del Santo Entierro recibía a la imagen en la puerta del Museo de Semana Santa, donde la Real Cofradía del Silencio entregaba a uno de los mayores tesoros iconográficos y devocionales del Renacimiento. Los hermanos de los pebeteros se abrazaban y se deseaban salud para el año que viene, con la procesión ya cumplida.

El Viernes Santo el Cristo retornará a la Catedral con las calles tapizadas de terciopelo negro en el desfile de la Real Cofradía del Santo Entierro. En verdad el Hijo de Dios es el que muere en Zamora, la ciudad con la cruz del silencio que necesita alzar la voz todos los días del año.

Galería de imágenes de Rafa Lorenzo

Luis Jaramillo ofrece el silencio de Zamora

 

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