La procesión que lleva más de siete décadas regalando ilusión a los pequeños cofrades zamoranos
Uno de los momentos más destacados de la Semana Santa es la procesión del Domingo de Ramos, donde la representación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, montado en una burra, cautiva a grandes y pequeños
Las raíces de esta procesión se remontan a tiempos antiguos, hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando el Obispo celebraba una procesión litúrgica junto a la puerta del Mercadillo. Desde entonces, la tradición ha perdurado, atravesando siglos y generaciones, manteniendo viva la llama de la fe y la devoción
La Semana Santa en Zamora es mucho más que una serie de eventos religiosos; es un vívido testimonio de la devoción arraigada en la historia y en la vida cotidiana de sus vecinos. Uno de los momentos más destacados de esta celebración es la procesión del Domingo de Ramos, donde la representación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, montado en una burra, cautiva a grandes y pequeños.
Las raíces de esta procesión se remontan a tiempos antiguos, hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando el Obispo celebraba una procesión litúrgica junto a la puerta del Mercadillo. Desde entonces, la tradición ha perdurado, atravesando siglos y generaciones, manteniendo viva la llama de la fe y la devoción.
En 1949, la hermandad de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén decidió renovar su paso procesional, que hasta entonces era un grupo escultórico realizado por José Lera en 1816. Fue entonces cuando Florentino Trapero, conocido por su trabajo en la restauración de esculturas de la Catedral de Sigüenza, presentó una maqueta para el nuevo paso. Esta obra, compuesta por siete figuras de escayola policromada, representaba a Jesús montado en una burra, seguido por figuras que portaban palmas y dos niños jugando con una cría de burra.
La bendición del nuevo paso por el obispo de la diócesis de Zamora el 30 de marzo de 1950 marcó el inicio de una nueva era para la procesión de La Borriquita. Desde entonces, este emblemático desfile ha sido una manifestación de fe y devoción, atrayendo a fieles y espectadores de todas partes.
A lo largo de los años, la procesión ha experimentado cambios en su recorrido y en su organización, pero su esencia sigue siendo la misma: honrar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y transmitir la importancia de esta celebración a las generaciones futuras. La procesión, que une a adultos y niños ataviados con túnicas blancas y portando palmas, es un símbolo de unidad y esperanza en tiempos de cambio y adversidad.