El fervor religioso y la tradición culinaria se entrelazan de manera única en Zamora durante el Domingo de Resurrección, cuando los bares de la ciudad se ven desbordados por la demanda de un plato emblemático: el 'dos y pingada'. Los establecimientos zamoranos cuelgan el cartel de 'completo' para disfrutar de esta contundente comida que es la culminación gastronómica de la Semana Santa zamorana, declarada de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural.
Una historia que se remonta a más de setenta años atrás, cuando los cargadores de los pasos de la Virgen del Encuentro y el Jesús Resucitado, protagonistas de la última procesión de la Semana Santa, se reunieron en el bar 'Oviedo' del barrio de la Horta. Allí, tras desfilar bajo el peso de los imponentes grupos escultóricos, encontraron en este plato reconfortante la energía necesaria para recuperarse.
Y así, lo que comenzó como una tradición inocente entre cofrades, se ha convertido en un símbolo de la gastronomía zamorana. En la actualidad, el 'dos y pingada' es el menú principal en muchos restaurantes, especialmente durante el Domingo de Resurrección, siendo el plato de elección para muchos zamoranos que regresan a la ciudad para celebrar estas fechas tan especiales.
Esta comida, compuesta por dos huevos fritos camperos, dos lonchas de magro de cerdo o jamón pasadas por la sartén, y una rebanada de pan, es mucho más que un plato, es un símbolo de celebración que une a las familias zamoranas en torno a la mesa durante la Semana Santa.