Nos arrodillamos ante ti, Señor

Un momento del juramento del Silencio en la Plaza de la Catedral

Se cierran las puertas del Museo de Semana Santa. Algunos cofrades han conseguido cumplir su palabra y han mantenido el juramento del silencio durante todo el recorrido. Otros, pese a intentarlo, no han podido mantener la promesa y el Señor de Zamora, en una última mirada piadosa, les ha perdonado este y otros pecados a ellos y al resto de zamoranos.

Olor a incienso, tambores destemplados y el caminar doloroso del Cristo de las Tres Miradas. Zamora salió a la calle y se enfundó el capruz rojo, acompañó en el más absoluto silencio a su Señor. Zamora enmudeció como todos los Miércoles Santo y observó, con los ojos claros del niño que lo ve por primera vez, al Cristo de las Injurias.

Los clarines rasgan el cielo que los tambores de inicio de la procesión se encargan de sostener con el ritmo que en Zamora asociamos con la muerte, incluso mas que el tañer de las campanas y su pueblo arrodillado de alma, postrado ante el Señor, siento el dolor de un Cristo injuriado que todos los Miercoles Santo sale a la calle a limpiar su aflicción.

Y su pueblo, entero, en la calle, vuelve a mirar con ojos de niño, con los ojos claros, y el alma que limpia a su paso ese crucificado que es el Señor de Zamora porque hace enmudecer a su paso a toda la ciudad, a los que le han jurado silencio y a los que, postrados en alma ante él, recuerdan la primera vez que conocieron al Cristo de las Injurias y vuelven a sentir lo mismo que en aquella ocasión: la misma paz, el mismo dolor, el mismo amor.

Galería de Rafa Lorenzo