El Nazareno y la Esperanza cruzan el Duero: El Vía Crucis regresa a San Frontis con fe renovada
Jesús del Vía Crucis volvió este Martes Santo a cruzar el Duero para regresar, como manda la tradición, a su casa en San Frontis. Una vez más, miles de zamoranos acompañaron con recogimiento y devoción al que muchos llaman cariñosamente el Mozo, en una de las procesiones más esperadas y sentidas por la ciudad, especialmente por los cofrades de la margen izquierda.
Este año, con una emoción contenida, la Virgen de la Esperanza acompañó al Nazareno, tomando un nuevo rumbo hacia el convento de las Dueñas de Cabañales, donde será velada por las monjas de clausura. Un tránsito que amplía el mapa de la fe y conecta aún más profundamente las devociones del barrio con el corazón de la ciudad.
La reverencia en la plaza de Belén: rito y emoción
Uno de los momentos más esperados se volvió a vivir en la plaza de Belén, a los pies del Puente de Piedra. Allí, bajo una luz tenue que parecía respetar el paso, el Mozo volvió a inclinarse en esa reverencia única que, año tras año, hace estremecer a quienes la presencian su Madre la Virgen hizo lo mismo y justo después...aplausos contenidos, las lágrimas sinceras y los silencios cargados de fe se dieron cita en ese instante que trasciende lo ceremonial para convertirse en una liturgia popular que sólo Zamora sabe guardar.
Música, pasos y promesas cruzando el Duero
La margen izquierda volvió a vibrar con su procesión más suya, esa que no necesita más adornos que el crujir del madero, el redoble de tambores y el paso firme de quienes cargan no sólo con un paso, sino con promesas, silencios y esperanzas. Hombres y mujeres, costaleros y devotos, fueron escoltando a los dos pasos —Jesús del Vía Crucis y la Virgen de la Esperanza— desde el casco histórico hasta la otra orilla, un viaje de vuelta que muchos consideran el verdadero corazón del Martes Santo.
El reciente arreglo del Puente de Piedra añadió aún más solemnidad al paso de las imágenes, que parecían flotar entre los arcos centenarios, custodiadas por una ciudad que, desde ambos márgenes, se unía en la fe y en el reencuentro con sus tradiciones más hondas.
Devoción en tránsito
El Nazareno vuelve a su templo de San Frontis, donde será recibido como cada año por los suyos. Mientras tanto, la Virgen de la Esperanza permanece en vela, hasta la mañana del Jueves Santo en el recogimiento sereno del convento de las Dueñas, custodiada por las manos calladas y orantes de las monjas de clausura, que ya son también parte de este tránsito lleno de símbolo y ternura.
Así, Zamora vuelve a escribir con devoción una de sus páginas más auténticas, entre reverencias, ritos que se mantienen y caminos que se estrenan, siempre bajo el amparo del Padre Duero, testigo silencioso de la fe que va de orilla a orilla. Nacor Blanco y la Banda de Zamora hicieron los honores musicales como ya es tradición.